"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

domingo, junio 29, 2008

FEUDALISMO CONTRA ARISTOCRACIA

Una vez repuestos, si es posible, de la deplorable resaca que el congreso de Syldavia nos ha producido, de la sorpresa mistica de descubrir lo que nunca quisimos -que los nuestros, como ellos- jamás han querido otra cosa que estar en el poder, y que si para lograrlo han de pasarse con armas y bagajes al enemigo, lo harán; de que los principios de Rajoy -acróstico de me rajo hoy-son fungibles y sólo instrumentales para lo que el entiende como caminito de Moncloa -como si alguna vez nos hubiera importado un carajo que el fuese presidente más que por unos principios que decía defender-; una vez repuestos , digo, de la violación en grupo que hemos padecido, en fin, quiero muy brevemente:
1º.- Felicitar a nuestro enviado especial al frente de batalla, que como reportero de guerra se la ha jugado para brindarnos sus magníficas crónicas. Esperemos que no le haya afectado el gas mostaza con el que ha tenido que convivir.
2º.- Volver someramente a nuestra vieja discusión porque me parece que perfilando conceptos Syldavia viene a confirmar lo que decíamos, pero además a contraponer lo que nos dijeron. Es decir, teníamos razón, pero Ludfranz también,. La casta feudal dominante, político-burocrática-funcionarial se ha consagrado en Syldavia. Frente a la Aristocracia ligada al liberalismo individualista, estos cabrones prefieren entrar en el neofeudalismo progre que nos tiene sometidos, a cambio de ser señores de su feudo. El poder a los peores, que viven del cuento, y muy bien, tiranizándonos. Y la plebe que se deja, no nos olvidemos, imprescindible para que el pacto de vasallaje, el foedus, la sumisión, sea realmente feudal
¿Estamos Jodidos?
No pienso volver a votar a Rajo-hoy. Pa joputas ya tenemos a ZP.

domingo, junio 01, 2008

EL CONGRESO DE SYLDAVIA (3)

[Nota aclaratoria: No es costumbre de ningún autor de este blog, ni mucho menos mía, censurar, ocultar u omitir comentarios y opiniones que se puedan hacer en las entradas del mismo; incluso aquellas totalmente en contra de las de sus miembros es posible hacerlas de forma anónima si se desea. Los comentarios vertidos en las entradas no son filtrados ni aprobados de manera alguna, nada de lo que opine cualquier lector nos asusta. Ahora bien, nadie que esconda su identidad bajo un nombre que haga referencia a Adolf Hitler, o que utilice una imagen suya tendrá cabida en estas páginas, diga lo que diga. Si las opiniones expuestas aquí molestan, basta decirlo y argumentarlo; pero intentar sabotear este, por otra parte, humilde blog con actitudes como las arriba descritas, no van a ser toleradas]

Los acusados.

Pirx, enviado especial a Klow.

Pasó como una fugaz estrella hollywoodiense por Klow hace pocos días el famoso alcalde madrileño (con fanfarrias, palmeros y boato incluido), hablando con cierta imprudencia sobre Thomas Moro, precisamente él, el abanderado de la “reforma” (“anglicana”, por supuesto) pepera, acompañado por la inefable alcaldesa de Klow y el inmaculado virrey de Syldavia. Entre los tres loaron las instalaciones del puerto de Klow como subsede olímpica y al mar Mediterráneo (poco les faltó para que acabaran versionando a Serrat). Ignoro si Madrid tendrá sus anhelados Juegos, pero es cierto que el alcalde de Madrid está viviendo su “momento”, papel que sin duda le viene como anillo al dedo. Yo mismo tenía intención de continuar estas crónicas escribiendo algo sobre su persona, pero otros acontecimientos (aunque también relacionados con él) han venido a cambiar el contenido de la misma.

Este miércoles pasado se iniciaba el juicio interpuesto en Madrid por Gallardón contra el periodista Federico Jiménez Losantos, tendrá continuación la próxima semana y será visto para sentencia. No sé cuál puede ser el signo de la sentencia, pero sea ésta la que sea, será conveniente apercibirse de quién o quiénes se sientan realmente en el banquillo de los acusados. Intentaré no opinar sobre la figura mediática del polémico periodista (la otra no la conozco), suficientes hagiógrafos y vilipendiadores tiene ya FJL para que venga a sumarme yo a ese gigantesco coro discordante, y me centraré en las cuestiones fondo.

Suele ser una tentación usual en un político querellarse contra algún periodista, la norma marca que cuanto más genuflexa y dependiente es la Justicia del poder político, más frecuente resulte, en los casos en los que ésta es un mero apéndice del poder no suele mediar ni si quiera querella, se actúa de oficio y con contundencia. De manera que un movimiento de este tipo suele ser algo medido e intencionado, con consecuencias que siempre hay que leer en clave política. Fijémonos en el caso que nos ocupa, gran despliegue de medios informativos, el periodista sentado el banquillo de los acusados… imágenes que sirven para que informantes y comentaristas (o informantes-comentaristas), las punteen de manera más o menos evidente con calificativos al gusto. En un mundo dominado por la imagen y el símbolo, la imagen de FJL sentado en un banquillo frente a la Justicia es más que suficiente. Poco importa ya lo que dijo, o lo que dicen que dijo, o cómo y en qué circunstancias lo dijo porque cuando la información es indistinguible de la opinión, la opinión no tiene por qué distinguirse de la información. Pero esa es justamente la clave.

Es un delito difundir una información falsa o tendenciosa (parece algo obvio, pero hay que remarcarlo), pero no lo debe ser jamás expresar una opinión por contundente que esta sea. Lo que disgusta de FJL en un muy amplio sector de los medios, y de los políticos, no son las formas, ni la manera que tiene de trabajar, ni si quiera el tono que emplea en sus informativos; lo que molesta son sus opiniones y posiciones políticas. Así es que lo que se dirime en este juicio es la posibilidad de que éstas puedan silenciarse, o de que puedan ser expresadas en tanto que opiniones, y de si existen diversos baremos de “aceptabilidad” dependiendo de si se comparte o no una determinada corriente dominante en los medios. Evidentemente mi posición es que las opiniones no deben sufrir ningún tipo de cortapisa o autocensura. Pero ésta es una vieja polémica no del todo resuelta en países democráticos, y que siempre dará ejemplos. Sin embargo, bajo todo esto, late otra cuestión de lectura interna.

Podríamos resumirla en unas pocas imágenes, las que proporcionaron en el juicio el desfile de políticos (del PP) que decían no acordarse de nada o pasaban fugazmente de perfil ante las preguntas de la parte defensora. Cada día que pasa voy viendo la crisis del PP menos como una mera lucha de poder en su seno, que como otro tipo de acontecimiento más general, hay una especie de entendimiento tácito o de feliz identidad de intereses entre políticos (de distinto signo) y medios cuyo objetivo pudiera ser el aislamiento o la amputación de determinado segmento opinativo y sociológico que por alguna razón se hubiera vuelto demasiado incómodo o ya no resultase especialmente rentable, o “presentable”. Quizá sea la asunción por parte de políticos y medios de que unos nuevos tiempos corren, y de de que determinadas actitudes molestan o perjudican el desenvolvimiento de lo porvenir. Ignoro cuál pudiera ser la amplitud de ese determinado segmento, no sé si son dos millones, como dijo Rajoy, o quizá más, o menos; pero lo cierto es que han empezado a molestar a todo el mundo, cuando en la pasada legislatura lideraron de alguna forma la oposición ideológica al Gobierno de Zapatero.

El procedimiento, por decirlo de esta manera, es de manual: aislamiento, seguido de estigmatización; conseguir su silencio o condenarles al exilio interior. Hay que dejarles huérfanos de referentes políticos para luego acusarles de “duros”, o “radicales”, o “ultraloquesea”. Desde el PP se denomina a este proceso “moderación”, o “vuelta al centro”; desde el PSOE y medios afines, “normalización”, o incluso, “civilización”. Y lo cierto es que en ese saco de indeseables hay gente de todo tipo y con idearios de lo más dispar: liberales, conservadores, antinacionalistas sin ideología definida, o simplemente tipos cínicos y escépticos y de un liberalismo tipo my way como es mi caso. Me doy cuenta para mi sorpresa de que ya no soy un descreído de la política, alguien que siempre ha desconfiado de los políticos, que le dan pavor las ortodoxias y los modos de pensar esquematizados; los colectivos, las asociaciones o cualquier grupo mínimamente organizado; los Estados “protectores” o “benefactores” y cualquier cosa que trate inmiscuirse en mi vida privada. No, me doy cuenta de que he pasado a engrosar una lista de indeseables a los que basta calificar como “duros” o “radicales”, empaquetarlos convenientemente y dejarlos apartados en un rincón.

Personalmente me importa un carajo el que me dejen huérfano de referentes políticos, lo he estado toda mi vida desde que dejé por mi propio pie la izquierda montaraz, pretendo seguir en este estado de prudente asepsia, pero me molesta profundamente que me digan lo que tengo o no tengo que decir u opinar, que cualquier damnificado por la ESO o iluminado opinante me señale (a mí) los márgenes, más o menos estrechos pero bien definidos, del camino por el que es conveniente marchar ahora, y de que alguien determine qué posiciones son o no “homologables”. Así que pueden llamarme esto o lo otro, o etiquetarme con etiquetas que sin duda me resbalarán, particularmente no pretendo participar en festivales de memez intelectual o en nuevos y fastuosos proyectos donde la fantasmada nacionalista pase por diversidad.

No me gustan los popes de la comunicación, ni los líderes de opinión cuyas palabras son tomadas como verdades incontrovertibles, pero en ese banquillo en el que estos días se sienta FJL, hay sentada otra mucha gente; aquellos que por alguna u otra razón han dejado de ser útiles a los políticos, o cuyas opiniones resultan disonantes o discordantes en el actual, y aburrido, coro a dos voces dirigido por monaguillos con batuta de “hecho diferencial”.

Gane o pierda, haré lo que siempre he hecho, quedarme sentado y contemplar el espectáculo al que todo parece abocado, pero en ningún caso quedarme callado. Aunque hablar de política cada vez me resulte más insoportable y banal; con los años uno se va construyendo sus propias fortalezas y bucles, con los que abismarse y divertirse, y hacer así patente la célebre máxima de Epicuro: “Alejaos de la política y de sus afanes”.

Informó Pirx (AKA fermat) desde Klow, Syldavia.