"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

viernes, febrero 29, 2008

ALEA JACTA EST

Hagan juego, señores.

La perplejidad y el estupor no nos permiten reaccionar. Y no me extraña. ¿Cuándo y por qué bajamos tanto la guardia para que esta caterva de ineptos fanáticos nos cogiera desprevenidos?
Y hay gente, según nos dicen mucha, que dice que el enemigo público ganó el debate...Sin que lenguadetrapo Rajoy me entusiasme nada, objetivamente le dió tal paliza que dificil es que vuelva a saltar a la lona. Y sin embargo el público se nos dice que le da por vencedor a los puntos, y eso que no se levanta del tapiz ....No me lo creo.
Puede que mi voluntarismo parezca infantil. Puede que lo sea. Y sin embargo lo asumo conscientemente como una oblación moral, como fundamento de mis principios: todo lo que aborrezco defiende una visión pesimista y derrotista de la realidad. Defiende el antiheroe y el nihilismo, la equivalencia moral y la alianza acojonada de incivilizados. Yo no, mi optimismo americano me obliga a creer que ZP no volverá a vencer. No.
Así lo afirmo y lo reitero.
En público.
Y si me equivoco, reconoceré mis escasas dotes de adivino, pero la realidad reconocerá mi elevada capacidad como profeta: si gana ZP, se acabó España y la libertad.
Lo que no quiere decir que vaya a morir todo eso pacíficamente. El primero que se defenderá seré yo.
Echémosle, basta ya de este arrogante zote.

miércoles, febrero 06, 2008

Jarrón Chino

(Día veintitrés)

Es quizá la imagen que mejor puede describir la situación política española, y no sólo de ello, sino sobre todo, de aquello que hemos dado en llamar la Nación Española. No es mía la analogía, la vengo escuchando desde ya hace ya un tiempo, y con especial insistencia en estos últimos años de legislatura zapaterina. Tenemos un jarrón chino en nuestra casa, cuando viene alguna visita lo enseñamos orgullosos: las flores, el dragón, el delicado esmalte de la pintura, la fina porcelana… Pero a alguien no parece gustarle, un día el jarrón aparece hecho añicos en el suelo, sabemos que es irremplazable, que es una pieza única, podemos lamentarnos o no, pero ese jarrón de porcelana ya no existe. Alguien propone reconstruirlo, unir los pedazos e intentar recomponerlo de alguna manera, puede ser una buena idea, pero por mucho que nos empeñemos en reconstruir el jarrón uniendo todas sus piezas –hasta la más insignificante que encontremos-, el jarrón no es el mismo, siempre falta algo que hace que la unión de las piezas no resulte como antes, y es que todo el mundo sabe que cuando se rompe un jarrón, jamás podremos reconstruirlo, siempre hay algo definitivamente perdido para siempre.

Cualquiera que tenga ojos se habrá dado de bruces en algún momento con esta constatación: el jarrón chino de la Nación Española, tal y como quedó fijada en la Constitución de 1978, está hecho añicos. O dicho de otra forma, hemos pasado ya el punto de no retorno. Lamentarse sirve de muy poco, nada de ello podrá negar la evidencia, pero tampoco ha sido un accidente, se puede identificar y señalar a aquellos que han arrojado y hecho añicos el jarrón. Personalmente no era un jarrón que me gustase demasiado, pero era el que teníamos, pudimos haberlo cambiado, o comprado otro, pero preferimos romperlo, estamparlo contra el suelo como niños imbéciles. Ya nada podrá hacer que la situación política vuelva a ser como la de antes, como la que había en los años ochenta, por ejemplo; no podemos ya reconstruirlo, y si nos empeñáramos en unir los pedazos no obtendríamos sino una burda imitación de algo que ya no existe, y que además tampoco sirve para nada. Vivimos la lenta agonía de algo que ya ha muerto. Como digo, las lamentaciones sirven ya de poco, algunos lo llevarán mejor que otros: mi padre, por ejemplo, que ya pasa de los sesenta, y que vivió todo aquel proceso de la Transición, lo vive con una decepción que le es difícil ocultar, para él es un drama personal y una traición de aquellos que han conseguido romper aquello que se consiguió unir en 1978; yo, algo más analítico y bastante más joven, lo veo con disgusto, también con rabia, pero con la conciencia de que el mal ya está hecho y que nada puede recomponer una situación ya rota y perdida para siempre.

Sería interesante, aunque quizá ocioso, intentar descubrir el momento exacto en que se produjo tal acontecimiento, la fecha en la que los historiadores del futuro, ignoro de que nacionalidad, dirán: “y esta fecha es importante, ya que se considera el fin de lo que comenzó con la aprobación de la Constitución de 1978…”. Quizá no dispongamos aún de la suficiente perspectiva, o yo no tenga las suficientes luces como para averiguarlo. Tal vez la aprobación del la reforma del Estatuto de Cataluña, las conversaciones políticas con ETA, la alianza entre un partido nacional y los nacionalistas para desbancar del poder al otro partido nacional; alguien quizá con mayor perspicacia pueda fijar la fecha de defunción en aquellos tres días de pesadilla que discurrieron entre el 11 y el 14 de Marzo de 2004, o puede que antes… en realidad he de decir que no sabría fijar el momento exacto, y lo cierto es que sí, que quizá sí sea algo ocioso. Podría recordar una anécdota personal que me impresionó: fue una noche entre las elecciones autonómicas de Mayo de 2003 y las generales de 2004, estaba escuchando por curiosidad la tertulia política de la cadena pública de radio catalana (sí, la sintonizaba en Valencia), evidentemente las diatribas contra el Gobierno de Aznar eran generalizadas, pero me sorprendió una cosa, algo que no podían ocultar las argumentaciones más o menos descerebradas que desgranaban los intervinientes: el autentico odio que supuraban todos ellos, un odio no sólo contra Aznar y su Gobierno, sino contra aquellos que le habían votado (la mitad del electorado) y de rebote, contra todo aquello que oliera mínimamente a “español”. Quizá por aquellas fechas decíamos a todo el mundo que teníamos un jarrón chino, y lo que en realidad poseíamos no eran más que un montón de pedazos inservibles.

Sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, no será más que la prolongación de una lenta agonía que incluso puede durar bastante tiempo, pero cuyo resultado en cualquier caso es irreversible. Incluso una victoria holgada del PP que le permita gobernar con los mínimos apoyos o incluso en solitario, algo que a día de hoy se me antoja muy complicado, no haría más que intentar recomponer un jarrón que ya está roto; podrá quizá hacerlo, pero sólo tendremos un jarrón feo e inservible, que volverá a romperse al mínimo movimiento. Lo peor de todo, al menos lo es para mí, es darse cuenta de quienes han sido los causantes del destrozo. Uno querría creer que los culpables han sido algunos genios del mal que premeditadamente lo han hecho por motivos más o menos inconfesables, pero no. Quienes rompieron ese jarrón han sido unos necios mediocres, unas nulidades que jamás has sabido ganarse la vida de otra forma, nos hemos dejado timar por unos idiotas, esa es la verdad que me atormenta. Aunque también uno se puede reconfortar –inútilmente- diciéndose que el jarrón ya nos lo vendieron roto, y que por eso fue tan fácil. No sé.

Y así, como en Balaclava, uno quizá se dirija a las urnas el día 9 de Marzo con la conciencia que nada de lo que haga será capaz de solucionar la situación, y que en el mejor de los casos tendrá que soportar un largo y difícil periodo de agonía, con sus engañosas mejorías, empeoramientos y estertores finales. La situación me recuerda un poco a la del Imperio Austro-Húngaro, pero claro, sin Zweig, ni Musil, ni Roth… ni si quiera tenemos una “acción paralela” con la cual engañarnos. Nada. Sólo nosotros. Y eso es lo que hay.

Quizá después de todo surja otra cosa, con suerte incluso la podamos llamar Nación Española, tal vez tenga otro nombre, y hasta puede que sea mejor, no lo sé. Yo me quedo para verlo, tengo curiosidad por saber qué pasa. Me quedo en esta Valencia de la que me sería imposible marcharme, en este mar Mediterráneo cuyo aroma jamás he podido eliminar de mi piel; me quedo bajo estos cielos azules de belleza dolorosa, bajo esta luz hiriente y necesaria. Como la de hoy. Escribo esto en un atardecer valenciano, aplacible y cálido, un día de Febrero, todo está en calma e incluso la luz del día parece aguantarse en un presente infinito, como queriendo resistirse a que la tarde la manche de sangre… Escribo como siempre, para mí, para poder acompañar de alguna manera esas notas que logra sacar de no sé dónde Bill Evans al piano…. Y todo pasa.

(publica pirx AKA fermat)