"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

domingo, mayo 25, 2008

EL CONGRESO DE SYLDAVIA (2)

Rajoy; perder o perder.

Pirx. Enviado especial a Klow

“Lo impredecible nos lleva a donde nos lleva, sea bueno o malo, y con eso hay que vivir.”

La cita es mía. Sé que resulta vanidoso por mi parte, pero suelo gastarlas de esa manera. Los acontecimientos han adquirido tal aceleración en los últimos días que resulta complicado adivinar en qué condiciones podrá llegar el PP a Klow el veinte de junio próximo. Incluso suponiendo una derrota del PP el nueve de marzo (algo que entraba dentro de lo probable), y adivinando que se produciría algún tipo de movimiento sísmico en el seno de su dirección, nadie conjeturó si quiera la situación actual de, ya no crisis, sino de fractura no tanto en el seno del partido como entre aquellos que decidieron apoyar con su voto a Mariano Rajoy en las pasadas elecciones. Personalmente creo que si algo es susceptible de empeorar y empeora, acaba por despeñarse definitivamente, si algo totalmente imprevisto no lo evita, así que conviene armarse de paciencia e intentar analizar lo que sucede porque queda mucho por ver, y quizá lo peor aún esté por llegar.

Llueve hoy en Klow, así que supongo que tendré que cumplir con mis obligaciones de corresponsal. He de decir que temo que me será totalmente imposible dar con el tal Lassalle, y entregarle el “recado” que me pedía Cowboy en su comentario, no sé quién era Lassalle antes de todo esto, ni creo que su fugaz estrella dure como para que resulte reconocible, es el típico hombre gris, un fontanero eficaz, por otra parte mi deporte ha sido el baloncesto así que supongo que no podría cumplir con la eficacia debida el encargo de Cowboy.

¿Ha cambiado Rajoy? Esa es la pregunta, y me temo que la respuesta, al menos la mía, puede resultar paradójica: no. Este nuevo Rajoy, alabado hoy por el coro mediático que antes lo vilipendiaba es el mismo, el mismo que hace más de cuatro años fue elegido a dedo, sin que casi nadie osara decir palabra, por Aznar. Y es que aquel encumbramiento al poder (de partido) por obra y gracia del intocable Presidente no fue quizá el origen de todo, sino un síntoma. Rajoy es un político hábil, lo cual no siempre es garantía de éxito, ha estado maniobrando en las procelosas aguas (visibles y subterráneas) de la política durante décadas, no miente cuando dice, ante la actual situación, que sabe lo que hace. Para llegar a donde está tuvo que quitarse de encima a dos pesos pesados de su partido en su momento: Rato y Mayor, de manera que si hay alguien que está midiendo los pasos en esta crisis ese es Rajoy. Pocas semanas antes de las elecciones de marzo asistimos perplejos a una hábil maniobra política que logró que se concentrase buena parte del voto anti Zapatero en la bolsa del PP, la defenestración pública (lágrimas incluidas) del eterno aspirante al puesto, y apuesta clara de la izquierda política y mediática, Gallardón, utilizando para ello el sacrificio de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Parecía que con ello Rajoy se guardaba las espaldas y que consolidaba una línea programática aún en el caso de perder las elecciones; era cierto lo primero, pero no lo segundo. Ahora sabemos que el auténtico objetivo de aquel medido movimiento táctico fue su verdadero enemigo político: Aguirre. Perdidas las elecciones, Rajoy (que no el PP) debe de cambiar para sobrevivir, y para ello se quitó de en medio en su momento a su más directo rival, un gambito de dama perfecto.

Sirva esto como ejemplo, no es el único en la carrera de Rajoy (todavía hoy desconocemos las maniobras que dieron lugar a su designación como sucesor por el dedo mágico de Aznar), tampoco será el último. Eso es la política. Una cosa es que los acontecimientos sean imprevisibles, otra muy distinta es que sorprendan. No es mi caso. Son ya demasiados años recibiendo bofetones (ahora sí, en ambos carrillos) para que a uno le puedan engañar. Así pues, siempre consideré a Rajoy como lo que es, como lo que ha sido siempre, un político; y por tanto alguien que incluso pude tener convicciones morales, pero que sabe esconderlas cuando el momento lo exija, e incluso olvidarse de ellas de la manera más soez si su supervivencia política le va en ello. Compartimentación, esa es la clave para entender la actuación de un político. La política, no nos engañemos, nunca ha dejado de ser un sucio juego de intereses, o algo mucho peor, una especie de religión donde las más abyectas utopías e ideologías han tenido cabida, puestos a elegir entre lo malo y lo peor, me quedo con lo primero, aunque a una prudencial distancia.

En mi crónica anterior planteaba la posibilidad de que al PP de Rajoy le acabe sucediendo lo que en su día le pasó a la UCD, reflexionando sobre la cuestión sé que hoy no podría darse ese caso, y es una de las razones para entender por qué Rajoy hace lo que hace. En aquellos tiempos la democracia en España era joven, incluso el Rey tuvo a bien trabajar (un día), los partidos políticos todavía estaban compuestos por personas que habían llegado a la política como vía alternativa en su vida laboral, muchos eran profesores universitarios, o profesionales, o altos cargos del Estado, o directivos de empresas nacionalizadas… No es que fueran mejores en lo que a asestar puñaladas se refiere, o en lo de compartimentar sus ideas, pero llegado el momento de perder e irse, la mayoría sabía a qué se iba a dedicar: seguir haciendo lo que hasta el momento de dedicarse a la política había hecho. El paisaje político actual es totalmente distinto, ha dado tiempo para que el engranaje de la política partidista diera a la luz un ejemplar que hoy en día inunda toda la fauna política: el profesional de la política. Los partidos y los distintos parlamentos están llenos de ese espécimen, aquel que ha luchado y bregado durante años por conseguir algo tan arcano como un puesto en alguna lista. Para ellos abandonar el escaño o el cargo político significaría todo un drama, un montón de años tirados a la basura y sin ninguna perspectiva. Tiende a la autoconservación, y conservarse en política significa no arriesgar, seguir la corriente del viento que sople, y sobre todo compartimentar. Rajoy sabe perfectamente el material humano con el cual trabaja, y sabe que pocos se atreverán a dar un portazo o a levantar la voz. Pocos, sólo los que saben qué les deparará el futuro… o a los que no les importa perder porque consideran que siempre hay algo más importante que la derrota: la posibilidad de poder mirarse al espejo por las mañanas y no sentir vergüenza.

Por otra parte el electorado también ha sufrido un importante cambio en todos estos años. Ya no somos la ingenua masa de votantes que votaba ideas, si es que alguna vez lo fuimos, sino descreídos de la política, o votantes inerciales que votarán a las mismas siglas porque siempre han sido de “izquierdas” o de “derechas”, sin importarles qué hagan sus representantes. De manera que Rajoy quizá se equivoque en lo de obtener doce o catorce millones de votos, pero sabe que es muy difícil que el PP sufra una debacle electoral que le deje en cuadro. Si no consigue ganar se quedará como está, en un porcentaje (la abstención nunca cuenta para un político) que oscilará entre el treinta y poco y el cuarenta por cien, suficiente para vegetar en una cómoda oposición. Al fin y al cabo, lo que está haciendo es sacudirse toda esa caspa de votantes díscolos y gritones que tienen la mala costumbre de opinar en público y poner en tela de juicio aquello que dicen o hacen los dirigentes, al PSOE le funcionó de maravilla.

Rajoy sabe lo que hace, lo ha sabido siempre, pero su destino puede que sea perder, y perder. No conseguirá ganar jamás unas elecciones, pero puede que se haya pasado de perspicaz, y que aquellos que ahora le apoyan: dinosaurios que ahora se dicen de centro, ambiciosos acomplejados que se hacen perdonar por la izquierda, barones y baronets, y trepas de toda condición, le acaben apuñalando en un juego sucio por conseguir más cuota de poder, al fin y al cabo la política es eso, un juego sucio… y compartimentación.

Lo que no tengo tan claro es que una vez fuera, pueda mirarse al espejo sin vergüenza como hoy lo hacen algunos de los que han caído a su paso.

Próximo capítulo: la conjura de los boyardos… y del “boyardo”.

Informó Pirx (AKA fermat) desde Klow, Syldavia.

lunes, mayo 12, 2008

EL CONGRESO DE SYLDAVIA (1)

[Con motivo del próximo congreso del PP a celebrar en Syldavia, Status Civitatis ha creído conveniente destacar a un corresponsal allí que enviará cumplidas crónicas del acontecimiento. Desgraciadamente la plantilla de Status Civitatis es tan limitada que no ha habido más remedio que encargar la tarea uno de sus miembros más impresentables y díscolos, y que casualmente ya vive allí. Lamentando no poder contratar a alguien más solvente esperamos que las crónicas que envíe sean del agrado del lector]

Los hombres Grises

Pirx. Enviado especial a Klow

Nada parece indicar que en esta luminosa ciudad del Mediterráneo vaya a producirse un acontecimiento que marcará el curso político de los próximos cuatro años y puede que de las próximas legislaturas. Klow, capital de la región autónoma de Syldavia, amanece en calma, los silenciosos turistas japoneses son los primeros en tomar las calles, a medida que avanza el día van apareciendo los demás: enrojecidos británicos, animosos alemanes, estirados franceses, escandalosos rusos… al mediodía el centro de Klow es un abigarrado mosaico de lenguas donde los propios syldavos parecen minoría. Es sólo el comienzo, a medida que avance el verano hordas de turistas invadirán las calles de Klow, coincidiendo con la celebración del Gran Premio de Europa de Fórmula 1 en Agosto. Pero a los habitantes de Klow les encanta todo esto, la algarabía, el exceso, prolongar la noche en alucinógenas fiestas felinianas… y por supuesto los grandes acontecimientos mediáticos que, por alguna extraña razón, los syldavos pagan gustosamente de su propio bolsillo sea cual sea el importe de la factura. Pero no estoy aquí para escribir ninguna guía de viajes, cosa que no me importaría hacer, sino para dar cuenta del congreso del PP que se celebrará aquí, en Klow, el próximo 20 de Junio.

Celebrar un congreso tras una derrota electoral es algo necesario, da oportunidad de renovar a personas, depurar responsabilidades y ayuda a entender las causas de la derrota, pero puede servir para otros fines memos obvios, el afianzamiento de una casta de poder que aprovecha la derrota como excusa para legitimarse. Al PP de Rajoy, le ocurrió –a su pesar- durante la primera legislatura de JLRZ algo infrecuente, y que coloca a un partido político en una encrucijada de incertidumbre donde todo es posible: convertirse en un partido transversal, en una verdadera “oposición”. Muchos españoles vieron en el PP, no el partido que defendía sus opiniones políticas, sino el instrumento merced al cual descabalgar al partido gobernante del poder, así, al PP de esta primera legislatura de Zapatero lo apoyó su caladero natural de votos (conservadores y determinado segmento liberal) al que se fue sumando un amplio espectro de población de filiación diversa: liberales atípicos, desengañados de la política, abstencionistas militantes, e incluso socialistas desencantados; todos ellos con un doble objetivo común, desalojar al PSOE (ZP) del poder y la defensa de Nación (al menos en los términos que fija la Constitución del 78). Semejante situación supone para un partido un arma de doble filo, puede permitirle auparle al poder, pero también consigue que las estructuras funcionariales que controlan el partido pierdan preponderancia en favor de toda esa amalgama de sensibilidades que deciden elegir a ese partido como vehículo o plataforma. Perdidas las elecciones, llega el momento de los hombres grises de partido.

El PP perdió las elecciones, es difícil decir cuándo y de qué manera, pero los resultados están ahí, no consiguió los apoyos suficientes. La derrota es sin duda la mejor excusa para que los hombres (y mujeres) grises, esos fontaneros y profesionales de la política partidaria, se den prisa por recuperar de nuevo el protagonismo perdido, les va en ello sus prebendas, y saben perfectamente que tienen que maniobrar con rapidez antes de que la ocasión pase, es decir, antes de que se vuelva a arremolinar en torno al partido esa amalgama diversa de votantes. Puede parecer una contradicción pero dentro de lo que es la lógica de un partido político no lo es, ya que la dinámica del mismo es acaparar cuotas de poder o afianzar las ya existentes para sus miembros. Es una maniobra que contará con el apoyo tácito o explícito del partido en el Gobierno (PSOE) ya que la auténtica amenaza para éste es la consolidación de esa transversalidad, que por otra parte implica (para el PP) la pérdida de influencia del denominado “aparato del partido”, una conjunción de intereses que no por obvia resulta menos necesaria.

A muchos ha sorprendido la rapidez con la que se ha llevado a cabo este cambio, o mutación de discurso, por decirlo de laguna forma, pero es que justamente cuanto más brusco sea el giro más posibilidades de éxito ofrece. La consigna es soltar lastre, deshacerse de la mayor parte de la chusma heterogénea, peligrosamente con ideas propias y no enteramente fiel, y quedarse, en una especie de maniobra de centrifugación, con el núcleo duro de votantes que seguirán votando al partido de forma robotizada haga lo que haga y se presente quien se presente, y si eso no permite llegar al Gobierno, vegetar en una cómoda oposición al estilo Fraga. La operación no sólo conlleva un cambio de discurso, o el empleo de unas “nuevas formas”, sino la defenestración o desalojo “tranquilo” de todo aquel que recuerde o simbolice la etapa anterior, cambio de caras que no afectará a los hombres grises (nunca se les ve, por eso son grises), y quizá al líder, pero del líder, Rajoy, hablaré en otro capítulo. Se trata de podar al partido de aquellas caras que significaron un banderín de enganche para todos aquellos que, no siendo simpatizantes o militantes del mismo, vieron en ellas un ejemplo para apoyar unas siglas aun no estando de acuerdo con todo su ideal político, el ejemplo de hoy mismo, María San Gil, es obvio. Puede haber un peligro sin embargo, y es que si la brusquedad del cambio supera cierto umbral puede incluso afectar o desgajar al propio núcleo duro, haciendo de éste un montón de fragmentos más o menos homogéneos que buscaran colocación donde puedan, el ejemplo de la UCD es paradigmático.

Syldavia está gobernada desde hace años por uno de los abanderados de este golpe de timón, (o habría que decir oportunidad de pescar en río revuelto), me refiero al Presidente del Gobierno de Syldavia Francisco Camps, un extraordinario hombre gris. No es extraño, el Presidente syldavo Camps, ha conseguido en pocos años hacer de la sucursal local del PP lo que sin duda conseguirán a nivel nacional sus compañeros fontaneros de partido, si alguna vez dejó de serlo, una intrincada red clientelar de grisura y mediocridad que maneje con soltura cargos, nombramientos y prebendas y que aglutine a su alrededor un –sobre todo- homogéneo cupo de votantes que aseguren cómodos sueldos.

El sol luce en Klow después de varios días de lluvia, todo vuelve a la normalidad, los días vuelven a ser cálidos y las noches efervescentes (demasiado efervescentes), la situación me recuerda a la pagana y lujuriosa Roma de Nerón poco antes del incendio, pero qué le vamos a hacer, así son (somos) los syldavos.

Próximo capítulo: Rajoy, el panglossiano.

Informó Pirx (AKA fermat) desde Klow, Syldavia.