"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

sábado, diciembre 26, 2009

MANOS INVISIBLES

No voy a hablar de la mano invisible del mercado, mecanismo beneficioso que alude a las enormes sinergias provechosas que genera el mercado libre, bautizado así por Adam Smith y que sólo los muy necios niegan. Voy a hablar de otra mano invisible, que parece jugar incluso con más ventaja que la anterior, y que a mí me parece igualmente evidente hasta el punto de hacer una necedad el negarla.

De un tiempo a esta parte, sobre todo desde el 11-M aunque preexiste a éste, se advierte una común conciencia que ha sustituido a la religión como liturgia y creencia compartida. Esta religión tiene como único mandamiento el miedo y como iglesia oficial precisamente al Estamento Oficial. El sector de los privilegiados en esta nueva sociedad feudal es la inquisición de esta nueva religión. Sector privilegiado que necesariamente ha de coincidir con el estamento progresista, dado que es ese difuso bien común, que como concepto monopoliza el progresismo, el que justifica una serie de privilegios en favor de unos -ellos- y en contra de la libertad de todos. El ultraprivilegio laboral de los funcionarios y sindicalistas es uno claro, pero ni el único ni el más importante. Es ese mismo bien común el que sirve de fundamento al terrorismo progresista, pues genera un atroz miedo, por otra parte basado en amenazas o falsas o exageradísimas, a una serie de catástrofes apocalípticas de las que sólo podemos librarnos cediendo, dicen estos apóstoles satánicos, nuestra libertad individual al Estado.

Ya ni me acuerdo del "efecto 2000", la gripe A se ha demostrado como un gigantesco buñuelo de viento, es decir, de nada, y qué hablar del cambio climático, mandamiento estrella de la nueva religión. Parece que a mediada que se desprestigia la base científica del totalitarismo de izquierda, pues el marxismo se ha demostrado no sólo como una gigantesca mentira filosófica, sino más aún una excusa gigantesca para el odio y por tanto para el delito (el marxismo da una excusa estupenda para odiar, para el mal, como una herramienta satánica perfecta), va creciendo este otro instrumento del mal que permite al leviatán estatal justificarse.
Lo más grave y a la vez sorprendentemente reiterativo es la fruición que el público manifiesta en creerse estas bolas y en adherirse a esta nueva religión. Claro que, eterno retorno de lo idéntico, ya ha pasado todo ésto: el criminoso marxismo sigue teniendo prestigio romántico, que horror, y los nazis, etarras más o menos duros, más o menos vascos, más o menos gallegos o catalanes, encuentran siempre públicos deseosos de que justifiquen sus odios personales en enemigos o peligros endógenos.
Desengañaos pigmeos: la realidad no da miedo, sólo es que vosotros sois cobardes, y vuestro miedo preexiste, y busca una excusa para permanecer y gobernaros. Lo peor es que aprovechando esa debilidad generalizada el estamento privilegiado nos trata de someter a todos, una vez más, pero ya de manera sutil y silenciosa, en una nueva dictadura casi autoimpuesta y desde luego, tan peligrosa que parece habernos robado el alma.
Es pues, esa mano invisible que tantos esperan estrechar, para enfeudarse a un Estado que enmascare nuestro pánico, y que otros tanto quieren aprovechar para tiranizarnos, un enemigo poderoso contra el que debemos pelear. Yo lo haré.