Las virtudes del gobierno limitado, "a la americana", estriban en que reconoce la democracia como un mero instrumento de la libertad individual, y por lo tanto subordinada a ella. Desde el principio de este blog he estado hablando de ello. La libertad está por encima de la voluntad de la mayoría, que sólo es un instrumento útil en cuanto suele servir a la libertad. Pero no siempre, y los tiranos salidos de las urnas proliferan, no sólo en Venezuela. Pero no por ello dejan de ser tiranos.
Ahora bien, ¿Cual es el fundamento teórico que permite afirmar esta posición preeminente de la libertad como cúspide en la escala de valores?¿Por qué la libertad es sagrada para nosotros?
Para la Escuela de Salamanca, formada mayoritariamente por jesuitas españoles del siglo XVI y XVII, la razón estriba en que la libertad es un derecho natural de todo hombre, cuya fuente está en Dios. Por eso el rey se convierte en tirano si conculca derecho cuyo origen es divino, con lo que además perdería la justificación de su poder, pues ni en el autoritarismo de los Reyes Católicos y Carlos I, ni en el absolutismo de Felipe II y sucesores, la monarquía era un poder o derecho subjetivo, sino una potestad. Para los legos en la ciencia jurídica les diré que una derecho es, grosso modo, un poder soberano en su esfera -con mi propiedad hago lo que quiero- mientras que una potestad es un poder instrumentalizado para satisfacer intereses ajenos y condicionado al cumplimiento de ciertos deberes-(Por ejemplo los padres representan y administran los bienes de sus hijos menores, en cuanto que la ley presume que son los más fiables guardadores de los intereses del niño. Pero si se prueba que no lo son, pierden ese poder, pues está subordinado al interés del menor). Desde esta perspectiva se justificaba la desobediencia al tirano o incluso el tiranicidio por Mariana, Suarez o Vitoria.
Ahora bien, esta impecable teoría, que es la verdadera raíz del liberalismo político, y precedente de la de los peregrinos americanos, también creyentes inflexibles, falla a la hora de explicar por qué la libertad procede de Dios y es inalienable por el soberano ( y desde luego por quien no sea soberano). Y no quiero decir con ello que falle desde el punto de vista teológico, pues en las Sagradas Escrituras hay base suficiente para sostenerla (casi dan base para sostener cualquier cosa, a mi juicio), sino que falla porque se basa en un artículo de fe: hay que tener fe en que las escrituras son verdades reveladas, fe en la existencia de Dios. Es decir, en último término, porque sí. Pero, ¿es eso un fallo?
Por otro lado, las teorías que rechazan el Derecho Natural, y fundamentalmente el Positivismo Kelseniano tampoco se han demostrado satisfactorias. Su aparente cientificismo (aparente pues se limita a sustituir Dios por el Estado, siendo justo necesariamente lo que de él deriva) condujo a la justificación de los tiranos más abominables que conocieron los siglos. Dudo que Hegel y menos Kelsen fuesen Nazis o Marxistas, pero su teoría sirvió de apoyo imprescindible de los crímenes de ambas.
Cierta sabiduría antropológica parece decirnos desde lo más profundo que lo justo y bueno lo es con independencia de lo que diga la ley. En este sentido es revelador examinar la posición que respecto a la esclavitud mantuvieron los filósofos en las épocas en que tal aberración era amparada por las leyes. Su mala conciencia apenas se disimula tras débiles argumentos de bienestar colectivo (creo que fue Platón el que la justificaba por la necesidad de los filósofos, los más elevados de la comunidad, de dedicarse al pensamiento. Alguien había pues de dedicarse al arado para que ellos pudiesen regalar al mundo el fruto de su cacumen. Pura basura teórica, evidentemente).
Así pues, hemos de admitir la existencia de un derecho natural, que consagraría la libertad como lo más sagrado. Y de hecho, así lo hace nuestro ordenamiento jurídico, cuando en el artículo 1º del código civil consagra a los principios generales del derecho como fuente del mismo. Es decir, como normas invocables ante los tribunales, por ejemplo*.
El problema empieza cuando intentamos justificar el derecho natural en algo trascendente -Dios- o inmanente -el Estado, la voluntad mayoritaria, lo que sea-. En este caso siempre tropezamos con la necesidad de creer ciegamente en la última justificación; de tener fe en Dios o en el Estado.
Sin embargo, a mi juicio esta crítica se ha utilizado fraudulentamente, pues se la hacían los positivistas a los iusnaturalistas sin dar explicación de por qué ellos tenía fe en el Estado y los jusnaturalistas se la hacían a los positivistas sin justificar por qué ellos creían en Dios. Pues bien, mi tesis es iusnaturalista, como antes dije, pero atea. Y exijo las mismas reglas de juego que los demás utilizan. Que respeten mi fe, como algo incontrovertible , igual que parten ellos también de una verdad más allá de toda lógica. Pues bien, yo pongo mi fe en la Libertad. El derecho natural la impone como sagrada sin necesidad de mayor justificación. Lo es porque sí. Si los demás no tiene por qué demostrar la existencia de Dios ni la sacralidad del Estado, yo tampoco la beatitud de la libertad. La naturalis ratio basta de por sí. (Por eso me tome la licencia de elegir la dirección de internet de ésta página, quizá abusando de la confianza de mis estimados conmilitones).
Pero diré más. Ya he afirmado que me ubico entre los iusnaturalistas pero no entre los religiosos, sino entre los ateos. Ahora me permito afirmar que el ateísmo es una exigencia lógica del liberalismo. No quiero decir con ésto que todo liberal haya de ser ateo, ni que serlo haga a uno mejor liberal, ni que sólo puedan serlo los liberales. No. Respeto absolutamente la libertad y me repugna cualquier intento de anatematización de lo religioso. Me parece algo íntimo o público, pero sagrado como lo es todo fruto de la libertad. Además, el ateísmo puede y de hecho suele conducir a tremendas barbaridades como el comunismo, por ejemplo.
Lo que quiero decir es que la pureza liberal exige partir lógicamente de que Dios no existe. Frente al nihilismo decimonónico que tan bien resumió Dostoievski en la frase que encabeza este texto, yo creo que la lógica demuestra que ese aserto es precisamente al revés: si Dios existe, todo está permitido.
De hecho, que haya un ser primero, omnipotente y creador, una providencia determinista, un plan preconcebido o una salvación proporcionada por el crucificado no demuestran más que que estamos salvados de nuestra libertad. Que a pesar de tal don -hemos de suponer que concedido por el cielo- el uso que de él hagamos es de por sí irrelevante. Basta con creer y arrepentirse.
Aún más, si hay una Primera Causa, como decía Santo Tomás siguiendo a Aristóteles, para demostrar que Dios existe, ello lo que haría sería demostrar que lo que no existe es la libertad. Igual que una piedra arrojada al vacío carece de libertad, y ésta hay que buscarla en la mano que la lanzó, el ser humano sería una criatura arrojada a la historia por un Dios libérrimo, pero en sí mismo el hombre carecería de libertad. Y eso sí que no lo admito.
Y todas éstas reflexiones para deslindar sucintamente dos miembros de un mismo equipo, dos corrientes del iusnatualismo liberal. Imaginen lo que pienso de los del otro equipo, que sería los totalitarios ateos positivistas y los totalitarios fundamentalistas islámicos. Son el enemigo verdadero.
En fin, no se si valdrá para algo esta bizantina explicación. Todo se resume en ésto: yo creo que la libertad es sagrada, y ésto no necesita de mayor justificación. Se explica por sí sólo.
Muchas gracias por aguantar el ladrillo, amigos, y saludos a los pacientes que hayan conseguido acabarlo.
*(Pretender que éstos Principios son normas inmanentes al derecho positivo, deducidas de ley y costumbre, es un dislate positivista que equivale a decir que el código es redundante a la hora de enumerar las fuentes, ya que la cita a los principios sería irrelevante, pues se deduciría de lo anterior, y si acaso, del juego de la interpretación del artículo 3.)