Una votación más, los españolitos nos sumamos como comparsas a la farsa democrática que soñamos que vivimos. Qué ilusión. La corrupción del sistema, especialmente en el ámbito municipal, hiede. Todos sabemos por qué lo peor de lo peor se dedica a la política; por qué la mafia aspira a concejal: porque la ubre del ladrillo, verdadero petróleo de aquí, está en sus manos.
La legislación urbanística española, y europea en general, es uno de los residuos más odiosos del pensamiento totalitario y antiliberal que subyace en la progresía de aquí. Ellos, el ESTADO, es quien decide el modelo de ciudad, quien define el contenido de mi derecho y en fín, quien atribuye la enorme plusvalía de la construcción a su antojo. Es el nuevo señor feudal: el dueño de la tierra.
No me parece casualidad que los arquitectos constructores de catedrales, durante la edad media, organizados a modo de secta de elegidos, sean el origen de la masonería. Aún hoy así se llama a los albañiles en parte de Europa: MASON (maçon).
Ya se que asquea votar, y que nadie defiende la libertad ni la decencia. Pero piensen que cada voto al PSOE lo es a ZP. Con ello está todo dicho.
Mañana, día de las elecciones municipales del último año del primero -y esperemos que único- gobierno de ZP, sea probablemente el día más triste y mas oscuro de la historia de España. Ya no queda nada. Todo lo hemos dilapidado. Habrá que depurar responsabilidades, y no me refiero a ZP solamente; hay que buscar la raíz del mal en casa, en el Portal, en el Bar, en el trabajo.
Alguien ha de pagar la factura de esta fiesta macabra. Toca pasar por caja.
No hay tiempo para más. Volveré, si así lo dicta el destino, en unos días. Por ahora, una vez más, de viaje. De trabajo, no se vayan a creer.