Rajoy; perder o perder.
Pirx. Enviado especial a Klow
“Lo impredecible nos lleva a donde nos lleva, sea bueno o malo, y con eso hay que vivir.”
La cita es mía. Sé que resulta vanidoso por mi parte, pero suelo gastarlas de esa manera. Los acontecimientos han adquirido tal aceleración en los últimos días que resulta complicado adivinar en qué condiciones podrá llegar el PP a Klow el veinte de junio próximo. Incluso suponiendo una derrota del PP el nueve de marzo (algo que entraba dentro de lo probable), y adivinando que se produciría algún tipo de movimiento sísmico en el seno de su dirección, nadie conjeturó si quiera la situación actual de, ya no crisis, sino de fractura no tanto en el seno del partido como entre aquellos que decidieron apoyar con su voto a Mariano Rajoy en las pasadas elecciones. Personalmente creo que si algo es susceptible de empeorar y empeora, acaba por despeñarse definitivamente, si algo totalmente imprevisto no lo evita, así que conviene armarse de paciencia e intentar analizar lo que sucede porque queda mucho por ver, y quizá lo peor aún esté por llegar.
Llueve hoy en Klow, así que supongo que tendré que cumplir con mis obligaciones de corresponsal. He de decir que temo que me será totalmente imposible dar con el tal Lassalle, y entregarle el “recado” que me pedía Cowboy en su comentario, no sé quién era Lassalle antes de todo esto, ni creo que su fugaz estrella dure como para que resulte reconocible, es el típico hombre gris, un fontanero eficaz, por otra parte mi deporte ha sido el baloncesto así que supongo que no podría cumplir con la eficacia debida el encargo de Cowboy.
¿Ha cambiado Rajoy? Esa es la pregunta, y me temo que la respuesta, al menos la mía, puede resultar paradójica: no. Este nuevo Rajoy, alabado hoy por el coro mediático que antes lo vilipendiaba es el mismo, el mismo que hace más de cuatro años fue elegido a dedo, sin que casi nadie osara decir palabra, por Aznar. Y es que aquel encumbramiento al poder (de partido) por obra y gracia del intocable Presidente no fue quizá el origen de todo, sino un síntoma. Rajoy es un político hábil, lo cual no siempre es garantía de éxito, ha estado maniobrando en las procelosas aguas (visibles y subterráneas) de la política durante décadas, no miente cuando dice, ante la actual situación, que sabe lo que hace. Para llegar a donde está tuvo que quitarse de encima a dos pesos pesados de su partido en su momento: Rato y Mayor, de manera que si hay alguien que está midiendo los pasos en esta crisis ese es Rajoy. Pocas semanas antes de las elecciones de marzo asistimos perplejos a una hábil maniobra política que logró que se concentrase buena parte del voto anti Zapatero en la bolsa del PP, la defenestración pública (lágrimas incluidas) del eterno aspirante al puesto, y apuesta clara de la izquierda política y mediática, Gallardón, utilizando para ello el sacrificio de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Parecía que con ello Rajoy se guardaba las espaldas y que consolidaba una línea programática aún en el caso de perder las elecciones; era cierto lo primero, pero no lo segundo. Ahora sabemos que el auténtico objetivo de aquel medido movimiento táctico fue su verdadero enemigo político: Aguirre. Perdidas las elecciones, Rajoy (que no el PP) debe de cambiar para sobrevivir, y para ello se quitó de en medio en su momento a su más directo rival, un gambito de dama perfecto.
Sirva esto como ejemplo, no es el único en la carrera de Rajoy (todavía hoy desconocemos las maniobras que dieron lugar a su designación como sucesor por el dedo mágico de Aznar), tampoco será el último. Eso es la política. Una cosa es que los acontecimientos sean imprevisibles, otra muy distinta es que sorprendan. No es mi caso. Son ya demasiados años recibiendo bofetones (ahora sí, en ambos carrillos) para que a uno le puedan engañar. Así pues, siempre consideré a Rajoy como lo que es, como lo que ha sido siempre, un político; y por tanto alguien que incluso pude tener convicciones morales, pero que sabe esconderlas cuando el momento lo exija, e incluso olvidarse de ellas de la manera más soez si su supervivencia política le va en ello. Compartimentación, esa es la clave para entender la actuación de un político. La política, no nos engañemos, nunca ha dejado de ser un sucio juego de intereses, o algo mucho peor, una especie de religión donde las más abyectas utopías e ideologías han tenido cabida, puestos a elegir entre lo malo y lo peor, me quedo con lo primero, aunque a una prudencial distancia.
En mi crónica anterior planteaba la posibilidad de que al PP de Rajoy le acabe sucediendo lo que en su día le pasó a la UCD, reflexionando sobre la cuestión sé que hoy no podría darse ese caso, y es una de las razones para entender por qué Rajoy hace lo que hace. En aquellos tiempos la democracia en España era joven, incluso el Rey tuvo a bien trabajar (un día), los partidos políticos todavía estaban compuestos por personas que habían llegado a la política como vía alternativa en su vida laboral, muchos eran profesores universitarios, o profesionales, o altos cargos del Estado, o directivos de empresas nacionalizadas… No es que fueran mejores en lo que a asestar puñaladas se refiere, o en lo de compartimentar sus ideas, pero llegado el momento de perder e irse, la mayoría sabía a qué se iba a dedicar: seguir haciendo lo que hasta el momento de dedicarse a la política había hecho. El paisaje político actual es totalmente distinto, ha dado tiempo para que el engranaje de la política partidista diera a la luz un ejemplar que hoy en día inunda toda la fauna política: el profesional de la política. Los partidos y los distintos parlamentos están llenos de ese espécimen, aquel que ha luchado y bregado durante años por conseguir algo tan arcano como un puesto en alguna lista. Para ellos abandonar el escaño o el cargo político significaría todo un drama, un montón de años tirados a la basura y sin ninguna perspectiva. Tiende a la autoconservación, y conservarse en política significa no arriesgar, seguir la corriente del viento que sople, y sobre todo compartimentar. Rajoy sabe perfectamente el material humano con el cual trabaja, y sabe que pocos se atreverán a dar un portazo o a levantar la voz. Pocos, sólo los que saben qué les deparará el futuro… o a los que no les importa perder porque consideran que siempre hay algo más importante que la derrota: la posibilidad de poder mirarse al espejo por las mañanas y no sentir vergüenza.
Por otra parte el electorado también ha sufrido un importante cambio en todos estos años. Ya no somos la ingenua masa de votantes que votaba ideas, si es que alguna vez lo fuimos, sino descreídos de la política, o votantes inerciales que votarán a las mismas siglas porque siempre han sido de “izquierdas” o de “derechas”, sin importarles qué hagan sus representantes. De manera que Rajoy quizá se equivoque en lo de obtener doce o catorce millones de votos, pero sabe que es muy difícil que el PP sufra una debacle electoral que le deje en cuadro. Si no consigue ganar se quedará como está, en un porcentaje (la abstención nunca cuenta para un político) que oscilará entre el treinta y poco y el cuarenta por cien, suficiente para vegetar en una cómoda oposición. Al fin y al cabo, lo que está haciendo es sacudirse toda esa caspa de votantes díscolos y gritones que tienen la mala costumbre de opinar en público y poner en tela de juicio aquello que dicen o hacen los dirigentes, al PSOE le funcionó de maravilla.
Rajoy sabe lo que hace, lo ha sabido siempre, pero su destino puede que sea perder, y perder. No conseguirá ganar jamás unas elecciones, pero puede que se haya pasado de perspicaz, y que aquellos que ahora le apoyan: dinosaurios que ahora se dicen de centro, ambiciosos acomplejados que se hacen perdonar por la izquierda, barones y baronets, y trepas de toda condición, le acaben apuñalando en un juego sucio por conseguir más cuota de poder, al fin y al cabo la política es eso, un juego sucio… y compartimentación.
Lo que no tengo tan claro es que una vez fuera, pueda mirarse al espejo sin vergüenza como hoy lo hacen algunos de los que han caído a su paso.
Próximo capítulo: la conjura de los boyardos… y del “boyardo”.
Informó Pirx (AKA fermat) desde Klow, Syldavia.
2 comentarios:
Amén.
Magistral disección de la casta superior en la nueva pirámide feudal. Lo suscribo todo, y te felicito, amigo.
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