"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

miércoles, abril 18, 2007

LA "FAMILIA"

Vuelta de vacaciones, vuelta a una realidad, a veces agobiante, y gastados recuerdos que también vuelven.

Lo recordaré toda la vida. Parece haber pasado ya un siglo, y tan sólo hace menos de diez años. Fue en 1998, durante aquel juicio a la cúpula del Misterio de Interior durante los gobiernos de Felipe González, ese ex presidente que, algo más de tres años de gobierno de Rodríguez Zapatero van a terminar por hacer bueno –qué ironías acaba por gastar el tiempo-. Aquel juicio en el Tribunal Supremo fue el auténtico juicio contra los GAL, se sentaban en el banquillo Barrionuevo, Vera y los antiguos mandos del Ministerio y se les juzgaba por el secuestro de Segundo Marey, la primera acción reivindicada por los GAL, faltaba el number one, pero no entraba en el guión juzgar a todo un ex presidente del Gobierno. Algunos de aquellos pensaron que no tenían por qué comerse ellos solos el marrón y decidieron cantar, y apuntaron directamente a la cúpula de los GAL: González, Barrionuevo y Vera. Entre los que hablaron, se destacó Ricardo García Damborenea, el hombre fuerte de PSOE en el País Vasco, y “uno de los nuestros” hasta que decidió cantar. Recordaré toda mi vida aquel día, y eso que no existen imágenes, tan solo cintas de audio. El juez ordenó un careo entre Barrionuevo y García Damborenea. Damborenea, “Dambo” para los conmilitones de partido, acorraló sin piedad al ya ex ministro, y en esos momentos diputado socialista, fue de antología, un careo de manual, un Barrionuevo nervioso, casi histérico, a penas podía argumentar nada ante las contundentes acusaciones de Damborenea, perdió los papeles y en un momento de acaloramiento Barrionuevo dijo:
-¡Y yo no tengo, como usted, experiencia como delator!
Recuerdo haber dejado lo que estaba haciendo y haberme dicho: “bueno, pues se acabó”. Podía haber elegido cualquier otra palabra: mentiroso, embustero, falsario… y sin embargo el momento hizo que eligiera la única palabra que le acusaba a él y por extensión a todos los demás, a toda la “familia”. Delator: el que revela a la autoridad un delito.


Aquello acabó como acabó –corro de la patata incluido frente a la prisión de Guadalajara-, y casi diez años después uno estaría tentado a establecer paralelismos con el actual proceso del 11-M. Lamentablemente, los pocos que se pueden establecer son desazonadores y no invitan para nada al optimismo, más bien a todo lo contrario.
Que lo que estamos viendo no es el auténtico juicio del 11-M –como no lo fue el juicio contra Amdedo y Domínguez en los GAL-, es obvio. Pero en esta cuestión se acaban las analogías, cuando se juzgó a Amedo, estaba claro cual era el siguiente paso a dar, estaba claro que Amedo y Domínguez eran piezas necesarias en una trama elaborada desde el Ministerio de Interior, y que apuntaba sin lugar a dudas, “por acción u omisión” (IU, quién te ha visto y quién te ve), a las más altas esferas del Gobierno. Bastó que hablasen los “delatores” y todo se derrumbó, o al menos casi todo. Si algo parece claro en las múltiples tramas del 11-M, es su carácter fragmentario, parece como si alguien hubiera aprendido de los errores. A pesar de todo lo que se ha descubierto, existen demasiados cabos sueltos, demasiadas complicidades cruzadas, demasiadas cabezas de turco, y, si se me permite la expresión, demasiados peones sacrificados y sacrificables. Hay demasiada gente que sabe poco, y muy poca –me temo que demasiada poca- que sabe lo necesario.
Como en caso GAL, también el transfondo parece tener el mismo aroma: el maloliente tufo del terrorismo etarra, y las relaciones –todas ellas ilícitas-, que un partido ha pretendido tener con la banda terrorista: como vengador justiciero que negociaba con los muertos en la mesa, o como encubridor de posibles implicaciones que estorben (o delaten ante la sociedad) su, digamos, “proceso de paz”.

Pero es en un aspecto donde los paralelismos se hacen más evidentes, y por desgracia resulta ser en la peor de las cuestiones. Me refiero a algo que a día de hoy –a pesar del uniforme coro de agradecidos (o aterrados) turiferarios que denuncian conspiranoias absurdas-, resulta evidente: la implicación, y por consiguiente, la existencia, de elementos o tramas en las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado, que actúan de forma impune y obedecen consignas de partido, conformando un Estado dentro del Estado refractario a cualquier control ciudadano. Autentica “Cosa Nostra” que se ha mantenido intacta desde los gobiernos de González, que ha convertido en cortijo infranqueable determinadas áreas de la política de Seguridad, que ha actuado fuera de la Ley, que ha robado y medrado en connivencia con el poder político, que ha subsistido todos estos años de democracia y que ha encontrado en el PSOE su banderín de enganche con el poder. Está por ver cuál es el grado de implicación, pero con los hechos en la mano, parece decisiva su labor en la tergiversación de pruebas, y sobre todo, en aquellos días de confusión deliberada y desinformación que trascurrieron tras la masacre del 11-M. Evidentes son también los contactos más que estrechos con el entonces partido de la oposición, que poseyó en todo momento información que le fue hurtada al Gobierno y que supo aprovecharla convenientemente en su provecho en ese autentico aquelarre que culminó el 13 de Marzo. Resulta desazonador comprobar como muchas de las hebras que constituyen la compleja trama del 11-M, comienzan, terminan o rodean a miembros de las FFyCCSE. La “familia” se ha mantenido intacta, a pesar de las tímidas –humillantemente tímidas- acciones judiciales, se ha enseñoreado ante nuestras narices y pretende seguir haciéndolo.

Un Estado de Derecho que funcione se lo puede permitir todo, siempre acabarán depurándose responsabilidades, excepto una cosa: la existencia de un Estado Interior que actúe de forma impune, que se sitúe al margen de la Ley y que haga y deshaga a voluntad, siempre en beneficio de la “familia”, y respetando una “omertà” que les mantenga a salvo.
Con todo, lo peor no es la constatación de su existencia, si no la incapacidad del poder político para acabar con ella. ¿A qué se dedicó el PP durante ocho años de Gobierno? No hizo nada, prefirió mirar a otro lado, y no fue por desconocimiento. ¿Temor quizá, incapacidad? ¿O algo peor aún, pretendidas “razones” de Estado que justificasen la inacción?
A la hora de repartir responsabilidades, aquellos que ufanan hoy de la “excelente” gestión de los Gobiernos populares al frente de Interior, tendrán que rendir cuentas.

Vuelta de nuevo, the raw reality.

2 comentarios:

QRM dijo...

Para mí está claro que uno de los mayores fracasos históricos de España es la enorme corrupción que padecemos. Y no sólo el latrocinio concejil, sino la del sistema en general; el que la libertad sea una mera excusa para disfrazar el régimen en el que mandan fuerzas oscuras. Otra forma aún más repugnante de mafia, en que la parte podrida de los Cuerpos armados del Estado juega un papel no pequeño. Quien no lo quiera ver es que está ciego, y ya desde el 23-f.

Me corroboro en lo dicho muchas veces: la verdadera crisis española no es una crisis nacional ni siquiera social. Es del Estado, del cuerpo burocrático. De ahí han partido las demás.
Y tener a gente con pistola y derecho a usarla de tan poco nivel y de tan baja estofa es otro argumento más para defender que la gente honrada debería poder llevar también pistola: estamos inermes no sólo ante el delito, sino ante los servidores oscuros del estado. Éstos son los que nos defienden. A un paso de Méjico: "quieres plomo o quieres plata". Nueva Feudalización.

pacobetis dijo...

Mucho me temo que la realidad de lo ocurrido el 11-M es tan monstruosa que nadie quiere llegar al fondo. Los que sufrieron el golpe de estado sienten pánico ante la posibilidad de que todo se demuestre y la salga a la luz. Se verían obligados a tomar la iniciativa, y no se ven capaces.
En cuanto a los cuerpos de seguridad llueve sobre mojado. No deberíamos sorprendernos.