El lento proceso de demolición del liberalismo político comenzó hace doscientos años, al mismo tiempo que el propio liberalismo nacía. Los arrogantes regímenes totalitarios fueron vencidos. Fue vencido el comunismo, el nacismo, el conservadurismo monárquico carlista…Pero el liberalismo triunfante en los campos de batalla y en los mercados está perdiendo la batalla definitiva, la ideológica, la de las almas.
Cuáles son las manifestaciones más notorias de esta victoria del totalitarismo.
No voy a entrar en la raíz última, psicológica o espiritual de porqué el europeo corriente es refractario a la libertad. Como muchos, yo tengo una teoría, se la ahorro a los contados incautos que se hayan atrevido a leer el pelmazo hoy perpetrado por mí. Lo que quiero demostrar es un hecho:
EUROPA ES UNA DICTADURA FEUDAL POSMODERNA
No se esperen que caiga en la trampa gruesa de decir que Europa es una dictadura como las históricas, un totalitarismo grosero y descarado cuya única virtud fue su honestidad e inocencia casi infantil. No es una dictadura como las que fueron, no se reconoce como tal ni manifiesta abiertamente su aversión a la libertad. Muy al contrario. De manera sibilina se ampara en las palabras y en instrumentos que pueden y de hecho han acostumbrado a servir a la libertad, para atacarla a traición. Así, la nación, la democracia, el multilaterlismo y el positivismo, conceptos que en origen pudieron estar más o menos influidos por el liberalismo, pero que hoy son utilizados a calzón quitado por sus enemigos.
La Nación: Históricamente, la nación es un concepto profundamente liberal, que precisamente surgió a fines de siglo XVIII. La nación francesa, la nación revolucionaria: unión de iguales que se comprometen recíprocamente a defender la libertad de cada miembro del grupo. Aux Armes, citoyens. Las libertades conquistadas frente al enemigo interno y externo reclaman la hermandad de los hijos de una misma historia, de los que por ello son iguales, para que cada uno defienda su libertad y la de los demás, y ser así defendido por todo el pueblo. Cierto es que la revolución francesa, madre de casi todos los males actuales, no era propiamente liberal, sino totalitaria-populista, más sangrienta pero no distinta cualitativamente que lo que hoy padecemos. Sin embargo, se hacía pasar por liberal –liberté- y de hecho el códe napoleón es un hito en la libertad civil y jurídica cuya importancia hay que reconocer.
Fue paradójicamente en los pueblos sometidos por el genial tirano corso donde el concepto de Nación se purificó de su bastardo origen jacobino: la nación no es sólo la fuente del poder como en Francia, sino además arma del individuo contra el poder: la nación es un instrumento de la libertad individual: sean los patriotas americanos, o los suizos, o los españoles de Cádiz, son muchos, todo un pueblo, en armas, al que la solidaridad histórica nacional une y hace imbatibles, pues con esas armas todos defenderán la libertad de cada uno de sus miembros, contra Fernando VII, contra los Habsburgo o incluso contra el democrático parlamento inglés. La ley parlamentaria no lo puede todo, el rey no es absoluto, el individuo está por encima de la ley, si ésta no se subordina a la libertad del individuo, sea esta dictada por la mayoría (parlamento) o por dios por boca del rey: la ley sólo vale como mecanismo de defensa de la libertad natural de la persona. Más allá es ilegítima y por tanto no obliga. Este iusnaturalismo, del que fueron pioneros los filósofos españoles de los XVI-XVII, (la escuela de Salamanca…), lo veremos de nuevo al tratar el positivismo, hoy rampante.
Y por cierto y plenamente de actualidad, no otro motivo esconde la aversión de los totalitarios autodenominados progresistas contra la familia. Como grupo de influencia decisiva en la formación espiritual les estorba. Ellos aspiran a dominar las conciencias, así que la iglesia, la familia o cualquier otro competidor en el dominio de las almas les repugna. Además, es un freno a su omnipotencia, pues se ha demostrado, juntamente con la propiedad, como el reducto de la libertad individual: es difícil abusar y someter a quien es apoyado por otros, y si os vínculos son familiares, más difícil aún. Es la pequeña nación que pretenden liquidar al mismo tiempo que la grande.
Hoy, sin embargo, los enemigos de a libertad se han adueñado del concepto de nación para vaciarlo de contenido y convertirlo en su arma: de ser instrumento de la libertad ha pasado a ser mecanismo de la tiranía. Los nacionalismo disgregadores en España son la muestra patente del poder de la Caverna Carlista; profundamente antiliberales, consideran que la esencia de cierta cultura vernácula, aunque todo ello sea una colosal mentira, está por encima del derecho individual de los ciudadanos, sea la lengua que quieran hablar, sea su libertad ideológica, sea la vida.
Así pues, con esta sencilla pirueta, todo el prestigio que la Nación como concepto ha ganado en doscientos años y muchos muertos es usado precisamente contra la libertad, contra la razón de ser de la propia Nación. La Nación pasa a ser excusa de la tiranía para existir.
Para ello hay que atacar aquellas naciones que existen y no son mentira, que realmente conservan en la conciencia colectiva su esencia de unión de armas por la libertad, y que en las últimas seis generaciones, más o menos, generaron Estados que aunque hoy sepamos fallidos surgieron también con aspiración de imponer la libertad vía ley. Para ello hay que atacar España, la Nación, y su malhadado Estado, por dos vías:
1º Haciendo aparecer como antiguo y falto de prestigio social, de buen tono, el propio concepto: lo moderno es otra cosa, lo moderno es Europa, lo moderno es Cataluña, lo antiguo es España: Lo moderno es la Tiranía, lo antiguo, la libertad. En realidad ya Hitler y Lenin utilizaron esta baza, bien que más honradamente. A cara descubierta.
Y no sólo en el campo de la demagogia, que yo creo el más peligroso, sino también en el campo de la ley. Las desgraciadas comunidades autónomas, engendro fruto del consenso constitucional, son hoy el principal peligro de la libertad. El mayor enemigo de la libertad en España es el Estado Autonómico, lo que nos lleva una vez más a la identificación entre España y libertad. Su enemigo común es la Constitución del 78, que no se porqué algunos memos populares se empeñan en defender. Esta constitución ha sido el paso más firme de los enemigos de España/libertad, y nos está llevando a la ruina. Abajo con ella.
2º Descapitalizando el concepto de soberanía y prestigiando instituciones claramente tiránicas aunque amparadas en la demagogia buenista que domina los medios de comunicación. Ello nos lleva al segundo punto.
Multilateralismo: Una de las traiciones más dolorosas de los fachirrojos es la apropiación de una práctica internacional nacida en el seno de la libertad, para atacarla, una vez más. Si después de la semi-victoria de 1945 (Stalin y acólitos permanecieron hasta 1989 en Europa y perviven en China, Cuba, Corea etc..), los aliados se pusieron de acuerdo para lograr por vía la de la colaboración, la paz en el mundo, hoy todo este ideal está podrido.
El enorme prestigio de dos instituciones como la ONU y la Unión Europea es muestra de nuestra debilidad moral, mental y espiritual. Nos hemos vuelto idiotas.
La Onu, idea de los vencedores de la guerra mundial, hoy es poderosa herramienta de los vencidos. Muestra de la calaña de nuestra izquierda es su querencia por una institución que no es más que un club de tiranos cuyo fin es perpetuar la tiranía. Que valga lo mismo el voto de la pacífica Dinamarca que el de Siria, por poner un ejemplo, o el de China que el de USA, debería bastar para desprestigiar la institución de raíz. Pero no. Se busca en ella una legitimidad sorprendente, se le pretende dar la apariencia de un parlamento del mundo, defensor de los derechos humanos y de la justicia en el orbe. Tiene delito, y todo porque tiende a fastidiar a las democracias y a proteger la corrupción y el totalitarismo. Me parece tan patente que ni voy a detenerme más en ello.
Sí que me voy a parar sin embargo, en analizar la no se por qué, tan prestigiosa UE. La unión Europea, donde todo burócrata tiene su asiento, es un poder formidable al margen de cualquier control, de origen o de ejercicio. Nadie controla a los Eurócratas, realmente nadie los nombra, realmente no hay legalidad que esté por encima de ellos. Pueden hacer lo que les venga en gana, y como no, ya se ha convertido en un nido de progres arrogantes deseando arreglarnos la vida, creyéndose más listos que nosotros y tutelando a los infantes europeos, que no saben qué hacer con sus vidas.
La fuente pricipal de la normativa comunitaria en la Comisión, no sujeta ni a control democrático ni en la práctica a control jurídico. Estamos en sus manos, y perfección de la servidumbre, estamos muy contentos.
Se muestra aquí patentemente el axioma de que no hay esclavitud más perfecta que aquella cuyo origen está en la voluntad del esclavo.
Estos arrogantes se han metido a regular hasta el modelo de ciudad (compacta, es su preferida, hijos de la Bauhaus y del totalitarismo, nos quieren meter en nichos ya en vida. Todos iguales. Así hemos de vivir); han regulado la moral, la historia y la libertad. Han reducido los derechos a lo que dice la ley, y si bien esto parece muy moderno y avanzado, no es más que una canallada totalitaria digna de Lenin. EL positivismo, esa es su arma.
El positivismo: En origen, el positivismo se podría definir como aquella filosofía jurídica que lo sacrifica todo a la seguridad jurídica, pero a través de un austriaco (es lo mejor que se puede decir de él) llamado Kelsen, muy propenso al hegelianismo, se convirtió en la cuña del nazismo en las leyes.
Para no abrumar a los profanos, resumiría yo la cuestión diciendo que el positivismo pretendía circunscribir la responsabilidad del ciudadano a lo marcado en la ley, y tendría su máxima expresión en el nullum crime sine lege del derecho penal: no se puede condenar a nadie por un delito que no aparezca establecido en las leyes. Idea liberal muy bonita pero que llevada a sus últimas consecuencias nos conduciría a la paradoja de que los criminales nazis deberían irse de rositas: no cometieron delito pues no estaba penado por las leyes alemanas la matanza de inocentes, si éstos eran judíos, gitanos u homosexuales, por ejemplo.
Y fue este, en realidad, uno de los argumentos de defensa más sólidos del proceso de Nüremberg. Por suerte, no prosperó.
El positivismo progre aún va más allá. Si los liberales lo adoptaron como principio contra la arbitrariedad del Estado, los progres lo acogen gustosos como mecanismo de su arbitrariedad: no hay más derechos que los recogidos en las leyes: empezamos por la propiedad, que pasa a ser estatutaria, tiene el contenido que en cada caso determinen las leyes, y puede ser que no tenga ninguno, como ocurre hoy en España con la propiedad inmueble si de la tierra se trata, después de la última ley del suelo.
Así pues, es la ley –en el caso menos malo, fruto de la mayoría parlamentaria, en el peor, de camarillas seudomasónicas, del chantaje nacionalista, de intereses prisaicos, de cualquier horror que se os ocurra- la ley, repito, la que determina mis derechos, empezando por la libertad, por la hacienda, por el sexo y acabando por la vida. ¿Qué confianza nos merece la ley? Yo tendré derecho a vivir o morir, a poseer bienes o a pensar lo que me plazca siempre y cuando lo diga la ley. Pero ¿Merece respeto una ley que viole mi libertad, sea fruto del parlamento o del mismísimo Dios de los Cielos?
Así, escudándose en la Democracia, como poder de la mayoría, los progres van poco a poco comiéndose la libertad del individuo.
En el fondo volvemos a la raiz: a la diferencia entre la Revolución Francesa y la Americana. En Francia cambiaron la fuente del poder, pero no su esencia. El de los Borbones era ilimitado porque venía de Dios. El de Robespierre, porque venía de la mayoría. Pero ambos eran tiranos, y peor el segundo, que ahogó el país en sangre.
En cambio, los americanos de 1776 se revolvieron contra un poder democrático, pero afirmando sanamente que la ley, por mucho parlamento de Westminster que la proclame, nunca puede violar la libertad individual: nunca puede ir más allá que estar al servicio de esa libertad. Ni la mayoría ni nada está por encima del individuo que es el fin de la democracia, de la Nación y de la Ley, y no un instrumento de ellas.
La muestra más eficaz, patente y poética del iusnaturalismo (es decir, lo contrario del positivismo) es el Bill of Rights de la Constitución Americana, que en su artícuo 9 dice:
ARTICULO NUEVE
No por el hecho de que la Constitución enumera ciertos derechos ha de entenderse que niega o menosprecia otros que retiene el pueblo. (
http://www.interamericanusa.com/articulos/Leyes/ConstitucionUSA.htm)
Es decir, la naturaleza humana implica una serie de derechos que no porque la ley no mencione dejan de existir. Olé. Y por cierto, el pueblo que cita no viene de Völk sino de people, gente, personas, individuos, y así lo entiende el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.
Por este, entre otros motivos, se odia en esta Europa castrada de hoy a América.
La democracia.- Después de lo dicho, es lógico que la idea democrática se haya convertido en la clave de bóveda de toda la demagogia fachirroja; la ley lo puede todo porque es democrática, el individuo que se joda, porque democráticamente lo hemos decidido así, la Nación dejará de existir democráticamente, democráticamente cedemos soberanía a instituciones tiránicas extranjeras y en fin democráticamente estamos en linea para empezar a ser masacrados.
La democracia entendida a la progre no es mas que la demagogia plebiscitada. Lo que ellos quieren lo refrendan las urnas, de una vez y para siempre. Lo que no quieren, lo someten una y otra vez a la decisión electoral, hasta que sale lo que le gusta y entonces nunca más se consulta. Algo idéntico hacen los nacionalistas: cuando aprueben su plebiscito amañado, nunca más volverán a preguntar. Pero hasta entonces, una y otra vez, ya lo verán.
En definitiva, el principio mayoritario se mostró historicamente aliado de la libertad, pues un buen control del ejecutivo es la necesidad de revalidarse y retratarse cada día, con prensa libre, y cada legislatura, con urnas libres. Así pues, sólo como instrumento de la libertad individual y freno al tirano se mostró útil la democracia. Pero ¡Ay! Los tiranos aprenden, y han convertido nuestra mejor arma es su principal ariete contra la libertad.
Democracia sólo, sin subordinación a la libertad, es lo que en la República de Weimar condujo a los Nazis democráticamente al poder. No se olviden.
La conclusión es que Europa, y me refiero a los regímenes políticos del continente tanto como a la UE propiamente dicha, es un régimen dictatorial, pues el poder reside en una camarilla no electa –partidos políticos, comisión europea…- que no responde ante nadie y que realmente no tiene límites en su potestad;
Es feudal, porque a diferencia de otras tiranías históricas recientes, pero a semejanza de la medieval, es el propio ciudadano el que abdica de su libertad para convertirse en siervo. Es la perfección de la tiranía, el amo, a través de un pacto de vasallaje o sumisión –foedus, besamanos o como queramos hoy- consigue que el esclavo quiera ser esclavo, que no note que lo es y que considere su situación la mejor de las posibles, es más, que odie y critique a aquéllos que no son ni están dispuestos a ser esclavos. Por eso, ratificamos cada cuatro años esta penosa situación, por eso criticamos a anglosajones o israelíes: su libertad de espíritu nos ofende.
Y finalmente, es posmoderna, porque la piedra clave de bóveda de este entramado maligno está en la demagogia apabullante de unos medios de comunicación absolutamente corrompidos; de hecho, han creado una falsa realidad, un espejo ficticio y mágico en el que muchos creen vivir, y venden su alma para que esa ficticia realidad que satisface sus bajas pasiones se haga presente; matrix, en fin. Con transubstanciación maligna, añadiría yo.
PS.- En fin, si alguien ha llegado hasta aquí, enhorabuena, o perdón, según se mire.
Como ya absolutamente nadie lee esta página, puedo vengarme de mi mismo esforzándome en vacío y dejando que el eco de estas palabras resuene en el vacío cibernético que caracteriza un blog abandonado. Mea culpa. Ahora bien, a pesar de todo, resistiremos. Que no seamos atractivos al público no se si nos pesa o nos reconforta, pero desde luego no nos excusa de seguir en la brega.
Feliz año, único lector que nos queda.