"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

jueves, enero 31, 2008

Limpieza

(Día diecisiete)

Alguien quizá piense que a estas alturas puede resultar ocioso, o quizá mera curiosidad histórica seguir interesándome por ese fenómeno que ha definido al siglo XX: la aparición de los totalitarismos. Que seguir leyendo cosas sobre el fenómeno totalitario no deja de ser una ocupación algo desfasada, al fin y al cabo los regímenes comunistas hace ya tiempo que cayeron, el III Reich forma parte de la Historia, y Pyonyiang y La Habana, pese a lo cercano que nos pueda tocar alguna de ellas, no dejan de ser más que anécdotas. Nuevas amenazas se ciernen, algunas de ellas, como el yihhadismo, quedan incluso fuera de la categoría de lo político. Pero me resisto a considerar el totalitarismo –tal y como se ha entendido en el pasado siglo XX- como algo desfasado, y mucho menos “superado”. El totalitarismo, dejando de lado sus realizaciones concretas (nazismo, comunismo) es –sobre todo- un modo de pensar, de actuar, de entender la política y el poder. Está todavía presente en muchas actitudes, se filtra en el lenguaje, en las relaciones políticas; y está siempre presto a salir a la superficie, disfrazado, eso sí, con los más diversos ropajes, incluso con los que le puede prestar un Estado democrático, de manera que las más abyectas actitudes totalitarias quedan así camufladas –y obviadas- dejando que sus efectos se asuman con normalidad. Creo que es necesario conocer el fenómeno, descubrir -a menudo entre líneas- su perversa sombra, y denunciar siempre su aparición. Si el totalitarismo nunca acabó de irse, quizá sea porque siempre ha estado presente, y no sea una curiosidad histórica, sino algo consustancial a la política.

Se cumplía hace unos pocos días el aniversario de la liberación del campo de Auchswitz, día en el que conmemora la Shoah. Nunca, recordar un acontecimiento resulta tan necesario, la memoria es olvidadiza y selectiva, y acontecimientos como la conmemoración del día de la Shoah, deben servir para que la verdad histórica vigile de cerca a esa “memoria” de la que algunos han desterrado u obviado acontecimientos tan terribles como el asesinato de seis millones de judíos europeos a manos de europeos. Las bibliotecas están repletas de libros que han analizado el fenómeno desde los más variados puntos de vista, pero hay un aspecto que no deberíamos perder de vista jamás: existe un camino que lleva a Auschwitz. Podríamos discutir cual fue el origen, o los distintos meandros por los que discurrió, pero la Shoah tuvo sus causas, sus responsables, y por supuesto sus víctimas. No deberíamos pensar en la Shoah como si de una catástrofe natural se tratara, un trágico acontecimiento que ocurrió y del que sólo cabe lamentarse; o como si hubiera sido la obra de un loco demente, no fue ni lo uno ni lo otro. Ese camino es nítido y preciso, y está embaldosado de actitudes, decisiones y omisiones concretas e identificables; es un proceso que se puede analizar y fechar, que tuvo su origen a finales del siglo XIX y que cristalizó, atravesando varias fases, en el asesinato masivo de la población judía europea; no ocurrió de improviso, se fue gestando de manera paulatina, algunos lo vieron venir con prontitud pero poca gente les hizo caso. Tuvo sus responsables, en distinto grado: unos tomaros las decisiones, otros las llevaron a cabo, otros las jalearon, y muchos miraron hacia otra parte; pero lo que no hay que olvidar jamás es que la Shoah fue un proceso, que tuvo sus responsables, y que pudo haber sido detenido en varios momentos. No lo fue.

A menudo se comente la tentación de hablar de la Shoah como si sólo hubiera sido Asuchwitz, olvidando todo ese camino que lo hizo posible. Uno de los aspectos centrales del mismo, y al mismo tiempo uno de los signos definitorios de las actitudes totalitarias, es la paulatina visión del “otro” (esa entidad mistificada y necesaria en los totalitarismos), en este caso, del judío, como elemento ajeno, extraño y sobre todo dañino al cuerpo social. Hay un proceso de deshumanización que comienza en la persona y termina en el germen patógeno, algo de lo que es necesario defenderse, apartarse y llegado el caso exterminar. En el caso de los judíos europeos este proceso es clarísimo, reforzado además por las connotaciones explícitamente raciales del nazismo. El judío -siempre se habla de él como colectividad, y ahí está el primer signo de deshumanización-, es dañino, un elemento que contamina y corrompe a la sociedad; se le puede entonces apartar, segregar, es casi una medida de profilaxis; de ahí a la perdida de la condición ciudadana no hay más que un formalismo legal; pero la maldad del judío es inherente a él, no basta con apartarle, hay que identificarle, señalarle e impedir así que vuelva a contaminar a la sociedad, y por supuesto obligarle a ello; no siendo ciudadanos, ni compatriotas, estando señalados y desposeídos de derechos, se pueden tomas ciertas licencias, porqué permitir que ocupen nuestros trabajos, nuestro pisos, nuestra tierra, por qué permitirles que anden por nuestras calles y toquen nuestras mercancías, nuestro dinero, si son tan dañinos por qué permitir que estén cerca de nosotros, las metáforas biológicas siempre están presentes: son una plaga, una epidemia… como si fueran ratas, o cucarachas; hay que reunirlos a todos e impedirles que se infiltren en la sociedad; se les encierra en guetos, se les impide salir; la ideología se alía con la contabilidad y la eficiencia logística, por qué no tres guetos, o dos, o uno sólo, “el problema judío” acabó siendo un problema logístico que no gestionaba personas sino cosas; de ahí al exterminio no bastó más que una situación de guerra exterior, y ya no se habla de asesinato sino de “solución final” (Diciembre de 1941, Conferencia de Wansee). Tras la deportación y la reclusión en guetos los gestores del genocidio declaraban a un determinado territorio como judenrein, literalmente “libre de judíos”. Los territorios se limpian, se barren… metáforas higienistas que revelan intenciones: el territorio se limpia de la suciedad, de lo dañino… y la suciedad hay que eliminarla. Palabras que resuenan de nuevo casi en los mismos términos: “limpieza étnica”.

Me gusta citar a Viktor Klemperer, su análisis como judío alemán que vivió todo el periodo de ascenso y caída del régimen nazi (su matrimonio con una “aria”, que no quiso divorciarse lo salvó de la deportación, aunque siempre pesó esa amenaza), es uno de los más conmovedores y lúcidos que se han hecho del totalitarismo. Era filólogo, profesor en la Universidad de Dresde hasta que le impidieron continuar enseñando, y describió con precisión la forma en que las actitudes totalitarias acaban filtrándose en la sociedad. Como buen filólogo hizo notar un fenómeno importante: el lenguaje no es neutral, ni inocente. Se dio cuenta de que antes de que la ideología nazi fuera aceptada, la gente adoptaba el lenguaje y la forma de hablar de los nazis, incluso entre aquellos que se oponían al régimen y lo criticaban. Por ejemplo, había personas que criticaban la postura de las autoridades respecto al “problema judío”, como si hubiera habido alguna vez un “problema judío”. Para Klemperer, rota esa primera línea de defensa, poco cabía hacer, era una cuestión de tiempo.

El lenguaje nunca es inocente. Nunca.

Actitudes totalitarias que se incuban, se filtran y se revisten con los ropajes de la democracia y la libertad. De forma más o menos consciente.

“Si Esquerra Republicana dobla los resultados del Partido Popular haremos posible no sólo que Esquerra pueda consolidar su segundo diputado en Girona sino aquello que Esquerra hizo posible hace cuatro años, que es que Gerona sea un territorio liberado, que sea históricamente una demarcación en la que la izquierda catalana haga imposible la presencia de la derecha española más rancia en representación y en nombre de Gerona”. Y añade: “ahora Gerona es un territorio libre del PP”

Carme Chacón (se pronuncia karma, el apellido es igual de español que el de todos los Chacones). Candidata del PSC y Ministra de Vivienda. Enero 2008.

Se incuban, se filtran… y acaban saliendo, como sea.

(Publica pirx, AKA fermat)

jueves, enero 24, 2008

"De izquierdas"

(Día diez)

Basta proclamarlo, realizar la correspondiente profesión de fe. Ser “de izquierda” consiste en eso, sin que ello implique la asunción de algún tipo de contenido mínimamente coherente, por errado que resulte. Nada. Es muy fácil, y barato, ser “de izquierda” consiste en decirlo, nada más, y uno ya se encuentra cómodamente instalado en el grupo, y ya no necesita dar más explicaciones, mucho menos razonar.

No me remitiré al extraordinario análisis que hiciera hace pocos años Gustavo Bueno en su El mito de la izquierda. Cualquiera (cualquiera que todavía conserve cierta capacidad de discernimiento, no cercenada por esa guillotina que supuso la LOGSE) sabe que tras eso llamado “izquierda” no hay nada, ningún contenido, ningún cuerpo de ideas con que argumentar; ser “de izquierda” no es una postura filosófica, ni si quiera una ideología política; ser “de Izquierda” es tan solo un estado sentimental, y con eso basta saberse a salvo de ese sucio trabajo que consiste en dar cuenta, de manera razonada y coherente, de nuestras posiciones. Es simplemente pereza culpable… y estupidez, claro.

Imaginémonos el siguiente diálogo socrático:

-Dime, Crátilo, tienes opiniones políticas, ¿no es cierto?

-Por supuesto, Sócrates, y creo firmemente en ellas.

-¿Me podrías decir cuáles son?

-Soy de izquierdas

-¡Ah! Veo que te gusta la Historia. Eres por lo que veo un fiel seguidor de aquellos que se opusieron al veto real en la Revolución Francesa, pero yo te preguntaba por tus opiniones políticas y no por simpatías históricas.

-Bueno… ese fue el origen de la palabra, claro, pero yo lo que quería decir es tengo una ideología de izquierdas en la actualidad.

-Curiosa ideología esa que citas, querido Crátilo, muchos son los que se declaran de izquierdas, y sin embargo a mí me parecen tan distintos… pero quizá sea mi torpeza, yo sólo quiero que me ilumines y me lo expliques, soy un ignorante. Veamos, ¿eres partidario de guillotinar a los reyes, a la nobleza, y crees en la Diosa Razón?

-No, no Sócrates, aquello ya pasó

-¿Eres marxista y te declaras a favor de la dictadura del proletariado?

-No, por supuesto, aunque Marx tenía algo de razón, claro… en su momento.

-¿Entonces serás trotskista?

-No, no

-¿Estalinista?

-Tampoco

-¿Maoísta?

-No, claro, la Revolución Cultural, ya sabes… y Camboya, no, no, aquellos se pasaron, aunque en aquella época el contexto…

-¿Pensamiento Gonzalo?

-¿Qué es eso?... ¡Ah no! Esos son terroristas

-¿Partidario de la guerrilla urbana?

-No, Sócrates, no. Ser de izquierdas consiste en apostar por una cultura de paz y la concordia, el rechazo a toda forma de violencia

-Pero todos los que te he citado eran partidarios de algún tipo de violencia y son considerados de izquierda. Te ruego Crátilo que me ilumines, en este asunto no sabría distinguir un zapato de un pescado. ¿En qué consiste pues ser de izquierdas?

-Mira Sócrates, todos los que has citado pertenecen ya a la Historia, algunos se equivocaron en el uso de la violencia y tergiversaron los ideales, pero todos comparten un… digamos espíritu que constituye el pensamiento de izquierdas, que hoy permanece inalterado porque todavía hay injusticias y oprimidos

-¿Y cuál es ese espíritu, querido Crátilo?

-Pues escucha, ser de izquierdas consiste entre otras cosas en hacer posible la convivencia a partir del respeto a la diferencia, tener una actitud a favor del diálogo, la tolerancia, la paz y la solidaridad, estar a favor de la diversidad, la no violencia y oponerse a cualquier tipo de injusticia, discriminación y desigualdad. Consiste en aceptar a las minorías y las culturas diversas, apostar por construir sociedades cohesionadas, libres, prósperas, equitativas y justas. Rechazo a la violencia como recurso a la resolución de los conflictos y apoyo a la actuación de la comunidad internacional, preocuparse por los problemas de la globalización y el justo reparto de la riqueza… Pero en pocas palabras, Sócrates, ser de izquierdas significa sobre todo el amor por el bien, un ansia infinita de paz, y la mejora social de los humildes.

-Vaya Crátilo, veo que lo tienes muy claro. Sin embargo yo… verás soy un ignorante. Hablas de bien, de paz, de justicia, y yo, no sé lo que realmente significan. ¿Y qué eso de la solidaridad?, ¿y el respeto a las culturas diversas?, ¿significa que hay que respetar la alfarería hindú o la ablación del clítoris?

-Está claro, ¿no? El bien… la justicia… la solidaridad… bueno todo el mundo sabe lo que significan. Lo bueno, lo justo, lo… en fin. Todo el mundo debe de ser igual…ser tolerante… ¡No me hagas explicártelo ahora Sócrates es obvio!

-Soy un inepto querido Crátilo, apenas comprendo esas hermosas palabras y me temo que mientras no me las expliquen con precisión voy a seguir en la oscuridad referente e ese tema

-Entre nosotros, Sócrates, ser de izquierda significa odiar a los Estados Unidos a Israel, al imperialismo, y a la derecha, ya sabes el PP.

-¿Por qué?

-Porque sí. Porque son unos…

Y podría seguir, pero no quisiera ser pesado, ni hiriente… es tan fácil. Palabrería hueca, nada. Ser de izquierdas es un estado sentimental: gazmoñería y odio a un tiempo. Estupidez en suma.

Nota: las frases en cursiva están sacadas de los contenidos que la Ley prevé para la asignatura Educación para la Ciudadanía, y la frase en negrita y cursiva en una declaración literal de Rodríguez Zapatero.

(posted by pirx AKA fermat. Publicado en Argumentum ad Absurdum serie Idus de Marzo)

martes, enero 08, 2008

EL MITO DE LA DEMOCRACIA

Espero que con su permiso, me tomo la libertad de abrir página con este artículo que nuestro LUDFRANZ introdujo como última comentario a la entrada anterior.
"Respecto del viejo debate, tan actual por otra parte, sobre si necesitamos más democracia, es decir, si hay que reformar la ley para crear nuevos mecanismos que permitan una mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas, habría que plantearse y responder una pregunta previa: ¿pero es que acaso la gente quiere hacer algo más que meter la papeleta de su partido preferido en una urna cada dos, tres o cuatro años?
Fijémonos en el manido asunto de las listas abiertas: ya existen en las elecciones al Senado, y no se diferencian en nada del resto: la gente, como siempre, se limita a votar a los candidatos de su partido, sin tomarse la molestia de informarse sobre ellos ni sobre los de los demás partidos.
Es cierto que no vivimos en una auténtica democracia sino en una mera partitocracia plebiscitaria, pero ésta surgió y perdura sólidamente asentada sólo gracias a la pasividad conformista del pueblo, que ha preferido delegar totalmente en la casta política partidista la tarea de gobernar, reservándose únicamente el cómodo ejercicio ocasional del voto. Y ello es natural: ocuparse en la marcha de los asuntos públicos exige un esfuerzo que la inmensa mayoría de la gente, inmersa en su vida personal, no está dispuesta a hacer.
La democracia es el gobierno del pueblo por el propio pueblo, pero ¿es qué acaso el pueblo quiere gobernarse a sí mismo? Puede que así lo crea porque de ello le ha convencido la aplastante hegemonía de la ideología democrática y de su propaganda, pero los hechos demuestran que esa es una creencia equivocada: se contentan con participar en los periódicos plebiscitos electorales."
Ludfranz/Oswald

miércoles, enero 02, 2008

NUEVO FEUDALISMO

El lento proceso de demolición del liberalismo político comenzó hace doscientos años, al mismo tiempo que el propio liberalismo nacía. Los arrogantes regímenes totalitarios fueron vencidos. Fue vencido el comunismo, el nacismo, el conservadurismo monárquico carlista…Pero el liberalismo triunfante en los campos de batalla y en los mercados está perdiendo la batalla definitiva, la ideológica, la de las almas.

Cuáles son las manifestaciones más notorias de esta victoria del totalitarismo.


No voy a entrar en la raíz última, psicológica o espiritual de porqué el europeo corriente es refractario a la libertad. Como muchos, yo tengo una teoría, se la ahorro a los contados incautos que se hayan atrevido a leer el pelmazo hoy perpetrado por mí. Lo que quiero demostrar es un hecho:


EUROPA ES UNA DICTADURA FEUDAL POSMODERNA


No se esperen que caiga en la trampa gruesa de decir que Europa es una dictadura como las históricas, un totalitarismo grosero y descarado cuya única virtud fue su honestidad e inocencia casi infantil. No es una dictadura como las que fueron, no se reconoce como tal ni manifiesta abiertamente su aversión a la libertad. Muy al contrario. De manera sibilina se ampara en las palabras y en instrumentos que pueden y de hecho han acostumbrado a servir a la libertad, para atacarla a traición. Así, la nación, la democracia, el multilaterlismo y el positivismo, conceptos que en origen pudieron estar más o menos influidos por el liberalismo, pero que hoy son utilizados a calzón quitado por sus enemigos.

La Nación: Históricamente, la nación es un concepto profundamente liberal, que precisamente surgió a fines de siglo XVIII. La nación francesa, la nación revolucionaria: unión de iguales que se comprometen recíprocamente a defender la libertad de cada miembro del grupo. Aux Armes, citoyens. Las libertades conquistadas frente al enemigo interno y externo reclaman la hermandad de los hijos de una misma historia, de los que por ello son iguales, para que cada uno defienda su libertad y la de los demás, y ser así defendido por todo el pueblo. Cierto es que la revolución francesa, madre de casi todos los males actuales, no era propiamente liberal, sino totalitaria-populista, más sangrienta pero no distinta cualitativamente que lo que hoy padecemos. Sin embargo, se hacía pasar por liberal –liberté- y de hecho el códe napoleón es un hito en la libertad civil y jurídica cuya importancia hay que reconocer.

Fue paradójicamente en los pueblos sometidos por el genial tirano corso donde el concepto de Nación se purificó de su bastardo origen jacobino: la nación no es sólo la fuente del poder como en Francia, sino además arma del individuo contra el poder: la nación es un instrumento de la libertad individual: sean los patriotas americanos, o los suizos, o los españoles de Cádiz, son muchos, todo un pueblo, en armas, al que la solidaridad histórica nacional une y hace imbatibles, pues con esas armas todos defenderán la libertad de cada uno de sus miembros, contra Fernando VII, contra los Habsburgo o incluso contra el democrático parlamento inglés. La ley parlamentaria no lo puede todo, el rey no es absoluto, el individuo está por encima de la ley, si ésta no se subordina a la libertad del individuo, sea esta dictada por la mayoría (parlamento) o por dios por boca del rey: la ley sólo vale como mecanismo de defensa de la libertad natural de la persona. Más allá es ilegítima y por tanto no obliga. Este iusnaturalismo, del que fueron pioneros los filósofos españoles de los XVI-XVII, (la escuela de Salamanca…), lo veremos de nuevo al tratar el positivismo, hoy rampante.

Y por cierto y plenamente de actualidad, no otro motivo esconde la aversión de los totalitarios autodenominados progresistas contra la familia. Como grupo de influencia decisiva en la formación espiritual les estorba. Ellos aspiran a dominar las conciencias, así que la iglesia, la familia o cualquier otro competidor en el dominio de las almas les repugna. Además, es un freno a su omnipotencia, pues se ha demostrado, juntamente con la propiedad, como el reducto de la libertad individual: es difícil abusar y someter a quien es apoyado por otros, y si os vínculos son familiares, más difícil aún. Es la pequeña nación que pretenden liquidar al mismo tiempo que la grande.

Hoy, sin embargo, los enemigos de a libertad se han adueñado del concepto de nación para vaciarlo de contenido y convertirlo en su arma: de ser instrumento de la libertad ha pasado a ser mecanismo de la tiranía. Los nacionalismo disgregadores en España son la muestra patente del poder de la Caverna Carlista; profundamente antiliberales, consideran que la esencia de cierta cultura vernácula, aunque todo ello sea una colosal mentira, está por encima del derecho individual de los ciudadanos, sea la lengua que quieran hablar, sea su libertad ideológica, sea la vida.

Así pues, con esta sencilla pirueta, todo el prestigio que la Nación como concepto ha ganado en doscientos años y muchos muertos es usado precisamente contra la libertad, contra la razón de ser de la propia Nación. La Nación pasa a ser excusa de la tiranía para existir.

Para ello hay que atacar aquellas naciones que existen y no son mentira, que realmente conservan en la conciencia colectiva su esencia de unión de armas por la libertad, y que en las últimas seis generaciones, más o menos, generaron Estados que aunque hoy sepamos fallidos surgieron también con aspiración de imponer la libertad vía ley. Para ello hay que atacar España, la Nación, y su malhadado Estado, por dos vías:

1º Haciendo aparecer como antiguo y falto de prestigio social, de buen tono, el propio concepto: lo moderno es otra cosa, lo moderno es Europa, lo moderno es Cataluña, lo antiguo es España: Lo moderno es la Tiranía, lo antiguo, la libertad. En realidad ya Hitler y Lenin utilizaron esta baza, bien que más honradamente. A cara descubierta.

Y no sólo en el campo de la demagogia, que yo creo el más peligroso, sino también en el campo de la ley. Las desgraciadas comunidades autónomas, engendro fruto del consenso constitucional, son hoy el principal peligro de la libertad. El mayor enemigo de la libertad en España es el Estado Autonómico, lo que nos lleva una vez más a la identificación entre España y libertad. Su enemigo común es la Constitución del 78, que no se porqué algunos memos populares se empeñan en defender. Esta constitución ha sido el paso más firme de los enemigos de España/libertad, y nos está llevando a la ruina. Abajo con ella.

2º Descapitalizando el concepto de soberanía y prestigiando instituciones claramente tiránicas aunque amparadas en la demagogia buenista que domina los medios de comunicación. Ello nos lleva al segundo punto.

Multilateralismo: Una de las traiciones más dolorosas de los fachirrojos es la apropiación de una práctica internacional nacida en el seno de la libertad, para atacarla, una vez más. Si después de la semi-victoria de 1945 (Stalin y acólitos permanecieron hasta 1989 en Europa y perviven en China, Cuba, Corea etc..), los aliados se pusieron de acuerdo para lograr por vía la de la colaboración, la paz en el mundo, hoy todo este ideal está podrido.

El enorme prestigio de dos instituciones como la ONU y la Unión Europea es muestra de nuestra debilidad moral, mental y espiritual. Nos hemos vuelto idiotas.

La Onu, idea de los vencedores de la guerra mundial, hoy es poderosa herramienta de los vencidos. Muestra de la calaña de nuestra izquierda es su querencia por una institución que no es más que un club de tiranos cuyo fin es perpetuar la tiranía. Que valga lo mismo el voto de la pacífica Dinamarca que el de Siria, por poner un ejemplo, o el de China que el de USA, debería bastar para desprestigiar la institución de raíz. Pero no. Se busca en ella una legitimidad sorprendente, se le pretende dar la apariencia de un parlamento del mundo, defensor de los derechos humanos y de la justicia en el orbe. Tiene delito, y todo porque tiende a fastidiar a las democracias y a proteger la corrupción y el totalitarismo. Me parece tan patente que ni voy a detenerme más en ello.

Sí que me voy a parar sin embargo, en analizar la no se por qué, tan prestigiosa UE. La unión Europea, donde todo burócrata tiene su asiento, es un poder formidable al margen de cualquier control, de origen o de ejercicio. Nadie controla a los Eurócratas, realmente nadie los nombra, realmente no hay legalidad que esté por encima de ellos. Pueden hacer lo que les venga en gana, y como no, ya se ha convertido en un nido de progres arrogantes deseando arreglarnos la vida, creyéndose más listos que nosotros y tutelando a los infantes europeos, que no saben qué hacer con sus vidas.

La fuente pricipal de la normativa comunitaria en la Comisión, no sujeta ni a control democrático ni en la práctica a control jurídico. Estamos en sus manos, y perfección de la servidumbre, estamos muy contentos.

Se muestra aquí patentemente el axioma de que no hay esclavitud más perfecta que aquella cuyo origen está en la voluntad del esclavo.

Estos arrogantes se han metido a regular hasta el modelo de ciudad (compacta, es su preferida, hijos de la Bauhaus y del totalitarismo, nos quieren meter en nichos ya en vida. Todos iguales. Así hemos de vivir); han regulado la moral, la historia y la libertad. Han reducido los derechos a lo que dice la ley, y si bien esto parece muy moderno y avanzado, no es más que una canallada totalitaria digna de Lenin. EL positivismo, esa es su arma.

El positivismo: En origen, el positivismo se podría definir como aquella filosofía jurídica que lo sacrifica todo a la seguridad jurídica, pero a través de un austriaco (es lo mejor que se puede decir de él) llamado Kelsen, muy propenso al hegelianismo, se convirtió en la cuña del nazismo en las leyes.

Para no abrumar a los profanos, resumiría yo la cuestión diciendo que el positivismo pretendía circunscribir la responsabilidad del ciudadano a lo marcado en la ley, y tendría su máxima expresión en el nullum crime sine lege del derecho penal: no se puede condenar a nadie por un delito que no aparezca establecido en las leyes. Idea liberal muy bonita pero que llevada a sus últimas consecuencias nos conduciría a la paradoja de que los criminales nazis deberían irse de rositas: no cometieron delito pues no estaba penado por las leyes alemanas la matanza de inocentes, si éstos eran judíos, gitanos u homosexuales, por ejemplo.

Y fue este, en realidad, uno de los argumentos de defensa más sólidos del proceso de Nüremberg. Por suerte, no prosperó.

El positivismo progre aún va más allá. Si los liberales lo adoptaron como principio contra la arbitrariedad del Estado, los progres lo acogen gustosos como mecanismo de su arbitrariedad: no hay más derechos que los recogidos en las leyes: empezamos por la propiedad, que pasa a ser estatutaria, tiene el contenido que en cada caso determinen las leyes, y puede ser que no tenga ninguno, como ocurre hoy en España con la propiedad inmueble si de la tierra se trata, después de la última ley del suelo.

Así pues, es la ley –en el caso menos malo, fruto de la mayoría parlamentaria, en el peor, de camarillas seudomasónicas, del chantaje nacionalista, de intereses prisaicos, de cualquier horror que se os ocurra- la ley, repito, la que determina mis derechos, empezando por la libertad, por la hacienda, por el sexo y acabando por la vida. ¿Qué confianza nos merece la ley? Yo tendré derecho a vivir o morir, a poseer bienes o a pensar lo que me plazca siempre y cuando lo diga la ley. Pero ¿Merece respeto una ley que viole mi libertad, sea fruto del parlamento o del mismísimo Dios de los Cielos?

Así, escudándose en la Democracia, como poder de la mayoría, los progres van poco a poco comiéndose la libertad del individuo.

En el fondo volvemos a la raiz: a la diferencia entre la Revolución Francesa y la Americana. En Francia cambiaron la fuente del poder, pero no su esencia. El de los Borbones era ilimitado porque venía de Dios. El de Robespierre, porque venía de la mayoría. Pero ambos eran tiranos, y peor el segundo, que ahogó el país en sangre.

En cambio, los americanos de 1776 se revolvieron contra un poder democrático, pero afirmando sanamente que la ley, por mucho parlamento de Westminster que la proclame, nunca puede violar la libertad individual: nunca puede ir más allá que estar al servicio de esa libertad. Ni la mayoría ni nada está por encima del individuo que es el fin de la democracia, de la Nación y de la Ley, y no un instrumento de ellas.

La muestra más eficaz, patente y poética del iusnaturalismo (es decir, lo contrario del positivismo) es el Bill of Rights de la Constitución Americana, que en su artícuo 9 dice:

ARTICULO NUEVE
No por el hecho de que la Constitución enumera ciertos derechos ha de entenderse que niega o menosprecia otros que retiene el pueblo. (http://www.interamericanusa.com/articulos/Leyes/ConstitucionUSA.htm)

Es decir, la naturaleza humana implica una serie de derechos que no porque la ley no mencione dejan de existir. Olé. Y por cierto, el pueblo que cita no viene de Völk sino de people, gente, personas, individuos, y así lo entiende el Tribunal Supremo de los Estados Unidos.

Por este, entre otros motivos, se odia en esta Europa castrada de hoy a América.

La democracia.- Después de lo dicho, es lógico que la idea democrática se haya convertido en la clave de bóveda de toda la demagogia fachirroja; la ley lo puede todo porque es democrática, el individuo que se joda, porque democráticamente lo hemos decidido así, la Nación dejará de existir democráticamente, democráticamente cedemos soberanía a instituciones tiránicas extranjeras y en fin democráticamente estamos en linea para empezar a ser masacrados.

La democracia entendida a la progre no es mas que la demagogia plebiscitada. Lo que ellos quieren lo refrendan las urnas, de una vez y para siempre. Lo que no quieren, lo someten una y otra vez a la decisión electoral, hasta que sale lo que le gusta y entonces nunca más se consulta. Algo idéntico hacen los nacionalistas: cuando aprueben su plebiscito amañado, nunca más volverán a preguntar. Pero hasta entonces, una y otra vez, ya lo verán.

En definitiva, el principio mayoritario se mostró historicamente aliado de la libertad, pues un buen control del ejecutivo es la necesidad de revalidarse y retratarse cada día, con prensa libre, y cada legislatura, con urnas libres. Así pues, sólo como instrumento de la libertad individual y freno al tirano se mostró útil la democracia. Pero ¡Ay! Los tiranos aprenden, y han convertido nuestra mejor arma es su principal ariete contra la libertad.

Democracia sólo, sin subordinación a la libertad, es lo que en la República de Weimar condujo a los Nazis democráticamente al poder. No se olviden.


La conclusión es que Europa, y me refiero a los regímenes políticos del continente tanto como a la UE propiamente dicha, es un régimen dictatorial, pues el poder reside en una camarilla no electa –partidos políticos, comisión europea…- que no responde ante nadie y que realmente no tiene límites en su potestad;
Es feudal, porque a diferencia de otras tiranías históricas recientes, pero a semejanza de la medieval, es el propio ciudadano el que abdica de su libertad para convertirse en siervo. Es la perfección de la tiranía, el amo, a través de un pacto de vasallaje o sumisión –foedus, besamanos o como queramos hoy- consigue que el esclavo quiera ser esclavo, que no note que lo es y que considere su situación la mejor de las posibles, es más, que odie y critique a aquéllos que no son ni están dispuestos a ser esclavos. Por eso, ratificamos cada cuatro años esta penosa situación, por eso criticamos a anglosajones o israelíes: su libertad de espíritu nos ofende.
Y finalmente, es posmoderna, porque la piedra clave de bóveda de este entramado maligno está en la demagogia apabullante de unos medios de comunicación absolutamente corrompidos; de hecho, han creado una falsa realidad, un espejo ficticio y mágico en el que muchos creen vivir, y venden su alma para que esa ficticia realidad que satisface sus bajas pasiones se haga presente; matrix, en fin. Con transubstanciación maligna, añadiría yo.

PS.- En fin, si alguien ha llegado hasta aquí, enhorabuena, o perdón, según se mire.
Como ya absolutamente nadie lee esta página, puedo vengarme de mi mismo esforzándome en vacío y dejando que el eco de estas palabras resuene en el vacío cibernético que caracteriza un blog abandonado. Mea culpa. Ahora bien, a pesar de todo, resistiremos. Que no seamos atractivos al público no se si nos pesa o nos reconforta, pero desde luego no nos excusa de seguir en la brega.

Feliz año, único lector que nos queda.