"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

miércoles, octubre 29, 2008

UN JARDIN DE LAS DELICIAS

El diablo hocicudo, / ojipelambrudo, / cornicapricudo, / perniculimbrudo / y rabudo,

zorrea, / pajarea, / mosquicojonea, / humea, / ventea, / peditrompetea / por un embudo.

Amar y danzar, / beber y saltar, / cantar y reír, / oler y tocar, / comer, fornicar,

dormir y dormir,

llorar y llorar.

Mandroque, mandroque, diablo palitroque….”

Tentación de verlo todo como en una visión alucinada de un tal Hieronymus Van Aken, alias “El Bosco”. Ver a un mediocre diablo de cejas picudas danzar torpemente, acompañado de un ditirámbico coro de agradecidos diablillos zompos, zampos, y zurupetos, sobre todo zurupetos (y zurupetas). Preguntarse por el cómo, y el por qué; interrogarse sobre el cuándo y el quién. Buscar inútilmente causas, inventar metáforas, pergeñar historias, componer grades dramas que nadie leerá, analizar con desesperación, y hablar y no callar, para contarse la misma comedia a uno mismo vez tras vez…

Y soportar toda esta cacofonía insufrible de palitroques (y palitrocas), que mosquicojonean y peditrompetan; que claman, declaman; que suben y bajan; que gritan, susurran y escupen; que se pavonean, contonean; se ufanan y farolean; que piden, despiden; que toman, que roban; que lucen y venden su nada envuelta en ideas… Esa ventosidad agria y sentimental llamada política.

Semejante barahúnda le deja a uno con ganas de perderse en la suya propia, e intenta oír el leve rumor de las olas, y el mar. Ganas de danzar y beber y comer… y fornicar

De dormir para soñar.

De llorar para dormir… y que todo vuelva a comenzar como si fuera un bucle, la noria absurda de tu propia vida… Mandroque, mandroque…

“¡Pío, pío, pío!

Cabalgo y me río, / me monto en un gallo / y en un puercoespín,

en burro, en caballo, / en camello, en oso, / en rana, en raposo / y en un cornetín.

Verijo, verijo, diablo garavijo.

¡Amor hortelano, / desnudo, oh verano! / Jardín del Amor.

En un pie del manzano / y en cuatro la flor.

(Y sus amadores, / céfiros y flores / y aves por el ano.)

Virojo, virojo, diablo trampantojo…”

¡Y qué más da! Dices. Dar el portazo, volver a leer a Pirrón, a Lucrecio, a Horacio, a Jayyam… Perderte en tu geometría, en una botella de Klein, en un teorema indescifrable que cifre tu vida; ocultarte tras un verso olvidado de Macbeth, leer novelas nunca escritas, escuchar una historia jamás contada… Y terminar aquello que siempre empiezas y nunca acabas, palabras, palabras, palabras que buscas, que juntas, arquitectura fantástica y alucinada, fábula imposible, gastadas teclas que oprimes y te oprimen… criatura siempre imperfecta, imposible final que cambias para no acabar… Igual que Marcello paseando con gafas de sol por la brillante oscuridad de Via Veneto. Funambulista que transitas por la delgada línea que separa lo banal de lo serio.

Olvidar… Y descubrir una geodésica perfecta en la desnuda silueta a contraluz de una mujer; el tiempo detenido en una afirmación, un instante roto con una negativa… Historias de sexo y lujuria que buscas, que encuentras, y te abismas en noches oscuras para arribar a la playa compartida del naufragio matutino: “adiós, nos vemos, te llamo…”

O buscar ese fantasma imposible, en fiestas absurdas, en lugares insulsos, entre copas y risas de caras imbéciles que gritan… porque sabes que existe, y te mira, y te espía… y te acecha. Buscar a Anouk. Igual que Marcello… Virojo, virojo…

“El diablo liebre, / tiebre, / notiebre, / sipilitiebre,

y su comitiva / chiva, / estiva, / sipilipitriva,

cala, / empala, / desala, / traspala, / apuñala / con su lavativa.

Barrigas, narices, / lagartos, lombrices, / delfines volantes, / orejas rodantes,

ojos boquiabiertos, / escobas perdidas, / barcas aturdidas, / vómitos, heridas,

muertos.

Predica, predica, diablo pilindrica…”

Pero no dejas de oír, y no dejan de jeringar, de gibar, de hastiar, de empapuzar, matraquear, emponzoñar… y putear. No callan, no paran, no cejan…

Ellos, los políticos, piratas morales, ávidos babosos, zombis malolientes. Predican subidos en cubos de basura, conspiran ocultos en coche oficial, repiten estulticias, perdonan vidas; se esconden en sus cuotas, listas y camarillas; te señalan, te juzgan, y se obstinan; te hablan de Cambios Climáticos, de apocalipsis, de solidaridad, de progreso y de centro; y no saben, no llegan, no alcanzan… y no se avergüenzan. Se cubren sus partes mugrientas con banderas, oriflamas, destinos y pueblos.

Y su comitiva. Estómagos agradecidos, comparsas necesarios, palmeros subvencionados, atriles de prestigio, plumas oxidadas, jueces inflados, hombres y mujeres de la cultura, actores felices, sonrisas de bótox, papadas estiradas, calaveras desmemoriadas, vacas aturdidas... Predica, predica…

“Saltan escaleras, / corren tapaderas, / revientan calderas.

En los orinales / letales, mortales, / los más infernales / pingajos, zancajos,

tristes espantajos / finales.

Guadaña, guadaña, diablo telaraña…”

Así que temes que te hayan empujado ya al infierno, si es que alguna vez dejaste de estar ahí. Y sólo pretendías estar en el ilusorio margen que existe entre un paraíso que sabes irreal (aunque alguna vez lo creíste posible) y un infierno que temes anodino y trivial.

Te sientes perdido en medio de toda esa danza absurda, ese infierno de cartón piedra y decorado; de carcajadas congeladas, muecas espantosas, admoniciones enloquecidas; sobrecogido ante la penetrante luz catódica, ves desfilar horrendos esperpentos, adefesios elegantes, mamarrachos vociferantes, carcomidos estamentos…

Alguien te empuja, y comienzas a bailar con ellos, a danzar; la torrentera que baja sucia y arremolinada, vorágine de rostros perdidos, huidos, asustados; te arrastra como un ciclón en el que todos se agitan, se rebullen, se zarandean; y esa batahola caótica y confusa deja que veas su auténtica naturaleza, que mires al otro lado.

Es el envés de la propia nada…

Pero oyes el frío, y preciso, movimiento de la hoja... Guadaña, guadaña…

“El beleño, / el sueño, / el impuro, / oscuro, / seguro / botín,

el llanto, / el espanto / y el diente / crujiente / sin fin.

Pintor en desvelo:

tu paleta vuela al cielo,

y en un cuerno

tu pincel baja al infierno.”

Y como Marcello te acercas a la playa, fría y desierta en invierno; y contemplas ese monstruo varado en la arena, informe, grotesco, podrido, muerto… Carne en descomposición traída por la marea que no dejas de mirar, hipnotizado, fascinado, seducido. Sientes asco, y miedo, y frío, y no puedes moverte; quizá entiendes, comienzas a comprender qué es lo que estás viendo… Pero alguien te coge por el brazo, y te arrastra, y sonríe mientras consigue que le sigas en la absurda procesión de la que formas parte, ahora ya uno más. No te suelta el brazo, y es tan parecida a ella…

NOTA: Desvelos. Con entradas como esta voy a conseguir que me expulsen de SC. El poema intercalado es de R. Alberti, “El Bosco”.

(Publica pirx AKA fermat)

2 comentarios:

QRM dijo...

Magnífico
La realidad surrealista, la verdad del sueño desaforado, es lo que nos queda.
Como un San Juan Evangelista, nuestro apocalipsis merece ser anunciado, porque está aquí:
Y sonó la primera trompeta, y el cinismo de los hombres les hizo indiferentes. Y los peores, reinaron-
SC es una casa casi vacía, en la que no se echa a nadie porque no es de nadie. Es el ágora, donde todos pueden predicar, y donde los mejores, como tú, amigo, son escuchados siempre.
Enhorabuena-

Terzio dijo...

A mí me ha gustado mucho.

Conste.

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