"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

sábado, marzo 15, 2008

we will overcome

Reconozco mi ingenuidad, mi candor, mi inexperiencia.
Parece ser que el fuego sólo pudo ser controlado por el ser humano a base de casualidades. Sólo el oportuno rayo que prendía un árbol permitió conocer el fuego al abuelo Cavernícola. Sólo el cuidado reverencial, sagrado y religioso de esa primera llama, el mimo de la tribu para evitar que esa chispa sucumbiese, consiguió mantenerla viva el suficiente tiempo como para aprender a dominar su génesis.
Esa chispa no puede morir. Es la responsabilidad de la tribu que habita esta caverna.
De lo que España ha sido y significa en la historia del mundo no queda apenas un rescoldo, y todo lo que los progres hacen, el sentido de toda su existencia, es tratar de apagar esa brasa con el pie, enterrarla y que se olvide que jamás ha existido.
Pues bien: nosotros somos esa llama, y no podemos sucumbir por más que con el pie nos traten de ahogar en las sombras de la soledad ciudadana. Hemos de mantener encendida la libertad, y no hay excusa ni desazón que justifique la deserción, especialmente en éstos aciagos momentos, porque la libertad y la dignidad son fruto de la lucha y de la perseverancia. Sé que es difícil infundir ánimos en momentos de perplejidad y náusea nacional, pero ya lo dijo Nelson, momentos antes de morir en Trafalgar: Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber.
España espera que los pocos españoles que quedan hagan honor a su historia, a la sangre de nuestros muertos y a la tarea para la que dieron su vida; y vosotros, y nosotros, somos esos pocos españoles.
Nada de derrotismo, que la guerra acaba de empezar. Venceremos, porque lucharemos en las playas....y no nos rendiremos jamás.
Del blog de FJL: "Mientras tanto, aunque la noche no sea alegre, porque no puede serlo, tampoco es la Noche Triste de Cortés, que además no le impidió la conquista de México. Acordémonos de nuestros tatarabuelos liberales de Cádiz. Estaban peor que nosotros y salieron adelante cumpliendo con su obligación moral y nacional. ¡Animo, pues, liberales! No vamos a dejar de serlo porque, una vez más, hayan triunfado los serviles. Cádiz no se rinde".
Ni La Coruña tampoco.

5 comentarios:

Ludfranz dijo...

¿Cómo conquistó Méjico Cortés y cómo vencieron nuestros tatarabuelos al gran Napoleón?, ¿con pacíficas manifestaciones?, ¿con elecciones democráticas?, ¿con discursos y manifiestos?, ¿con abstracatas invocaciones a la libertad?

Un principio para el siglo XXI si es que, de verdad, queremos hacer algo: menos Hayek y más Spengler, menos utopismo y más realismo, menos abstracciones y más acción, menos especulación y más genio.

El siglo XXI: o cesarismo o zapaterismo, o aristocracia antidemocrática u oclocracia democrática. Absténganse soñadores demo-liberales.

QRM dijo...

No, evidentemente así no se venció ni a Moctezuma ni a Napoleón.
sin embargo, me parece un eterno retorno de lo idéntico volver a categorías que se han demostrado ineficaces. Si la democracia conduce a la demagogia, la aristocracia conduce a la oligarquía, y son formas de tiranías ambas que no me gustan nada, y por cierto nada nuevas, pues ya Aristóteles hablaba de ellas. De hecho fué el primero.
No, creo que necesitamos algo nuevo, que pasa por quitar poder al estado y devolvérselo al ciudadano, algo que nos alejaría de tiranias pasadas y que en realidad es cuestión de tiempo que ocurra, es el destino de occidente.
Reducir la democracia a una mera herramienta de la libertad, y no a un fin en si mismo, es la pieza clave. Es el resumen de todo lo que pienso y el mecanismo para llevar a efecto el ansiado principio del gobierno limitado. Hasta los terroristas se han dado cuenta de los límites de los estados cuando se trata de hacer la guerra, que ya no será entre naciones sino entre bárbaros y civilizados, de dentro y de fuera de la nación. Yo quiero poner la ley y el estado al servicio de la civilización.
Es el mensaje nuevo que acomoda a los tiempos. Lo demás es volver a épocas pasadas que ni se pueden repetir fácticamente ni es conveniente que se repitan: los problemas de hoy requieren soluciones de hoy, pero las soluciones de ayer conducen a vicios que ya denunció Aristóteles.
Éste es el progeso.
El de verdad.
Un saludo.

Ludfranz dijo...

Pero si el "ciudadano" no quiere ejercer el poder, sólo quiere tener la barriga llena, poder pagar la hipoteca y sestear delante del televisor el mayor tiempo posible hasta que el caritativo doctor Montes se haga cargo de él.
¿Cuándo os váis a enterar de que estamos en 2008 y no en 1808, que la febrilmente entusiasta era de las revoluciones ha terminado y que el hombre occidental actual posmoderno, pasota, adocenado, ultraindividualista en el mal sentido del término, hombre-niño-viejo sin conciencia del pasado ni del futuro, es la antítesis del apasionado revolucionario decimonónico?


Yo no propongo soluciones del pasado: los fascismos fueron movimientos populistas, fanáticos y ultraideologizados. Yo sueño (al menos yo sí confieso que sueño) con una dictadura escéptica y anti-ideológica que desprecie a una masa a la que en realidad lo político le importa un huevo, es decir un despotismo ilustrado adaptado a las circunstancias actuales.

QRM dijo...

En el fondo no estamos tan en desacuerdo.
Lo que yo propongo es que el individuo reserve una faceta amplia de poder frente a la mayoría. Como hemos dicho muchas veces y la historia demuestra, la mayoría no es más que un concepto cuantitativo. Son más, no quieren decir que sean mejores. Por eso, el liberalismo lo que pretende es que esa masa inepta que se manifiesta de cuando en vez y cuya única virtud es que son muchos, no pueda mandar. Al menos, no pueda mandar en lo que importa. Daría igual quien gobernase, prácticamente, si yo mandase en mi vida y hacienda, y mi libertada estuviese protegida por la ley. Lo contrario que hoy.
Además, esta idea tiene a su favor que encierra un atractivo demagógico imbatible, no usado hasta ahora no se porqué. Yo creo que la única palabra más fuerte que la PAZ en el inconsciente colectivo es la LIBERTAD, así que contaría incluso con el apoyo de esa plebe que ahora soporta al paradigma de la decandencia de España, que es ZP.
Si el aborregado no quiere ser ciudadano, a mi me daría igual. Lo importante es que no me impida serlo a mí, como está ocurriendo ahora.

Ludfranz dijo...

Lo que yo os reprocho a los liberales ortodoxos:
1) Ante todo, que os equivócais de diagnóstico, que atribuís nuestros males a cuestiones secundarias y no a las fundamentales. Vosotros creéis que todo se solucionaría con unas cuantas reformas jurídicas del sistema que garantizarían la libertades civiles y económicas del individuo, cuando la raíz y la causa de nuetra crisis de civilización son mucho más hondas: la crisis es cultural y espiritual, y frente a ésta pretender solucionarlo todo con unas cuantas nuevas leyes es como pretender curar un cáncer terminal con aspirinas, a parte de que precisamente la gravedad y extensión social de esa crisis espiritual es la que hace prácticamente imposibles, al menos por los medios democráticos liberales, esos cambios legales que vosotros defendéis. Lo repito: menos Hayek y más Spengler.

2) Otro de vuestros errores, aunque menos importante que el anterior: vuestro "ideologismo", vuestro sectarismo dogmático. Compartís con socialistas/comunistas/anarquistas,el pecado de vuestra adhesión irracional y supersticiosa (aunque pretendidamente racional) a un sistema abstracto, rígido y cerrado de principios y dogmas que pretendéis aplicar a la infinita complejidad de la vida real, irreductible a dogmas y doctrinas ideológicos. Por eso no existe, ni ha existido ni existirá nunca una sociedad auténticamente liberal desde el rígido punto de vista de los liberales ortodoxos, ni tampoco una sociedad socialista, ni comunista ni anarquista (y cuando se han intentado crear el fracaso ha sido monumental): porque la vida real es incompatible con toda clase de "ismos" o abstracciones ideológicas.
Un saludo.