"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

sábado, abril 26, 2008

¿ITALIA o ARGENTINA o ALGO PEOR?

En la reciente historia no encuentro crisis tan profundas como la que vive España en ningún país de nuestro entorno.
Parece una crisis de los partidos clásicos como en Italia, pero sin mafia, aún, y con nacionalistas.
Parece una debacle nacional como la que ha llevado a los fascistas-mafiosos-progres al poder definitivo en Argentina, donde sólo se discute, aunque a tiros, qué familia de la Cosa Nostra es la que roba en el turno en curso.
Pero es algo peor. Algo así como la humillación de Bayona. Carlos IV/ZP se ha rendido al emperador DEMAGOGO I, al leviatán progrefacha. Rajoy/Fernando VII/ El Deseado ha ido corriendo a ponerse a las órdenes de Satanás para heredar a su papá por la vía rápida, pero mientras se caga de miedo, se humilla, vende la corona y con ella a los Españoles.
España, ahora sí, corre riesgo de dejar de existir. No hay contrapeso ni resistencia ni oposición. Soraya no es Cascos, y ZP es sin embargo aún peor que Glez.
Nos queda la guerrilla. Nos queda Rosa Díez, Ciudadanos y quien sabe si un PP renovado después de junio, que ya se ve que las cosas andan muy calientes. Nos queda, en fin, la clandestinidad y el sueño de Cabezas de San Juan.
Desde luego, Mariano no tiene vergüenza ni cabeza ni dignidad. Está amortizado. Es una máquina de perder, de ceder, de retroceder. Con él no habrá Bailén, pero es que aunque fuera Ruso no habría ni invierno.
¿Y Aznar? ¿Cómo puede sequir callado?¿Es que ha muerto? Su única excusa es la muerte, pero yo le he visto, con vigote y todo, vivito y coleando.
No se que pasa. Me han engañado. Procuraré que no vuelva a pasar.

lunes, abril 14, 2008

Crónica desde el Maelström

Hablaba hace poco de incertidumbres, de sucesos no previstos que trastocan pronósticos o previsiones… o los aceleran. Sólo a medida que la claridad se va abriendo, uno es capaz de discernir el estado de las cosas. Antes de las elecciones no sabía qué podía ocurrir, únicamente tenía la seguridad de que hacía tiempo -¿cuánto?- se había traspasado alguna línea imaginaria de no retorno. Tenía curiosidad por saber qué acababa pasando, a qué punto arribaríamos a través de los zigzagueos del tiempo, como no creo en los destinos inexorables no lograba encontrar respuesta. Sabía sin embargo a dónde querían llegar los actuales dirigentes político-mediáticos de ese binomio incompatible PSOE-PSC, más de un mes después de las elecciones generales sé al menos hacia dónde apunta la proa del buque, un buque, por lo demás, fantasma, cuyos moradores son sombras pesarosas que vagan por la cubierta, inconscientes pasajeros que ríen y beben cómplices de aquellos que lo gobiernan, e impertinentes personajes, que como yo, se resisten a abandonar el barco, aunque sólo sea por curiosidad y levantar acta, quizá algún día señalen a los culpables de una catástrofe que se entrevé. Ahí está, frente a la proa, negro y amenazador como cuentan los viejos marinos, haciendo un ruido terrorífico entorno a ese ojo ciclónico e hipnótico, y acercándose velozmente gracias al viento que sopla fuerte de popa y que hincha las gastadas velas. Es el Maelström. Una vez allí, nadie sabe lo que puede ocurrir.

El Maelström es el terrible remolino que se forma frente a las islas Lofoten, en la costa de Noruega. Cuentan, que en su interior se abre un abismo que penetra en las mismas profundidades del globo y que nadie sabe dónde tiene su fin. Quizá sea una leyenda exagerada, pero lo cierto es que las pocas personas que han logrado acercarse a él fueron testigos de sucesos inexplicables, sucesos inauditos que nadie ha logrado comprobar, y mucho menos prever. Dos acontecimientos han venido a disipar la niebla que nos velaba el lugar hacia el que nos dirigimos.

El primero de ellos ha sido la composición definitiva del nuevo Gobierno socialista. Su significado y cometido no puede ser más claro (o más faústico), sus miembros más destacados no son sino eficaces técnicos desinstaladores que se encargarán con aptitud y solvencia de desmontar y liquidar el actual sistema político, lo harán eficazmente, quizá con buenas maneras y sin estridencias, pero sin duda de forma implacable. Los puestos en los Ministerios de Estado así lo avalan: Interior, Justicia, Defensa, dirigidos por una dirección política que, si de algo no se le puede acusar, es de no tener las ideas claras; dirección política extraña, oscilando entre Madrid y las periferias. Asistiremos quizá a un caso singular en Europa, el desmantelamiento de un Estrado por un Gobierno. Interesantes y muy significativos, estos tres nombramientos: Un Rubalcaba declinante y crepuscular al que ya no le queda otra línea de repliegue, tras la “tregua”, que obedecer los dictámenes de su Presidente, cuentan que el propio JLRZ tuvo que insistir para que Rubalcaba siguiera en el cargo, no me cabe la menor duda; un fiel, y prescindible, Bermejo que se encargará con eficacia de liquidar lo poco que pueda quedar de independencia del Poder Judicial, el Grial de cualquier Gobierno (repito, de cualquiera); y el nombramiento más enigmático e impredecible de todos, Carmen Chacón en Defensa. En un principio, la reacción ante este último nombramiento, para el observador no embotado ni cegado, suele ser la de sorpresa por la apuesta de JLRZ, y no por la inexperiencia de la, ya hoy, Ministra, sino por la amplitud de su significado. Colocar al frente del órgano encargado de defender la unidad nacional a alguien que ha proclamado la entidad de la Nación Catalana, en detrimento de la Española (y que nadie me tache de reaccionario, es una cuestión puramente lógica, si hay una Nación Española no puede haber otras coexistentes), y que se ha declarado públicamente “ecopacifista”; puede ser, o bien un sinsentido o algo mucho peor, la declarada intención de colocar a alguien capaz de desmantelar a quien por Ley le corresponde la tarea de velar por la integridad nacional, tanto de amenazas internas como externas (léase Marruecos). Digo que en un primer momento la reacción puede ser esta, pero rumiando tan sorprendente nombramiento se me ocurren quizá intenciones más aviesas y borgianas (de Borgia, claro). Me pregunto de quién fue la idea del nombramiento, de JLRZ o del PSC; porque no se me escapa que para el protoindependentista PSC, que ha logrado acaparar parte del voto de ERC, el citado nombramiento casi resulta un dardo envenado o una broma de mal gusto.

Supongamos (supongámoslo sólo por un momento) que para el Think Tank que se arremolina en torno a JLRZ se haya hecho patente el hecho de que por ahora no se puede ganar unas elecciones sin contar con el voto (canalizado a través del PSC) del soberanismo o independentismo de izquierdas más o menos radical; al mismo tiempo supongamos que para estas cabezas pensantes, la vieja idea felipista de convertir al PSOE en un PRI ibérico, sigue siendo el ideal político, por tanto el PSOE necesita al PSC tanto como lo desprecia. Si de momento no puede apropiarse de la totalidad del pastel del Estado lo hará por partes, en espera de un nuevo y amistoso virrey tipo Pujol, tendrá que engatusar y congraciarse con el díscolo PSC a la par que le asestará alguna puñalada para que no se descontrole. ¿Qué pensará el confundido votante del PSC cuando vea a la Ministra Chacón saludar a la bandera en algún día señalado? Desde luego es jugar con fuego, JLRZ ya lo ha hecho anteriormente (proceso de negociación) y ha salido indemne quemándose, así que por qué no quemarse otra vez, igual hasta funciona. Un juego peligroso e impredecible que nadie sabe a día de hoy las consecuencias que puede tener.

Otro nombramiento destacable ha sido el del Ministro antiSolbes, Sebastián. Curiosa forma de asegurar fidelidades y silencios en los prolegómenos de una crisis económica, ambos Ministros se vigilarán mutuamente guardándose las espaldas y callando lo que haya que callar. Sebastián es joven, dinámico y rápido (eso cree él), pero yo apuesto por alguna conjura florentina del lento y brumoso Solbes que sin duda acabará con el resucitado Sebastián.

Dejo para el final el último de los sucesos que ha hecho que emplee la tremenda metáfora del Maelström, la actitud del PP. El PP ha sido mi desagradable compañero de viaje durante estos cuatro años (le voté dos veces), a día de hoy he de decir que ya no lo es. En realidad era una decisión que tenía tomada antes de las elecciones, le votaría por segunda y última vez, los sucesos de las últimas semanas no han hecho sino afirmarme en mi postura. El PP (todo el PP, y no solo Rajoy) ha decidido ocupar el cómodo puesto de figurante en la peligrosa escenografía que ha diseñado JLRZ, esa medianía que sin embargo sabe su oficio de maniobrero político. En el fondo no se lo reprocho, siempre supe que el PP acabaría haciendo algo así, incluso les entiendo, para el profesional de la política, para el fiel hombre de partido es siempre muy difícil sobrevivir al frío, a la intemperie del cargo público. Ellos se han servido de mi voto para engordar su cesta y yo he intentado servirme de ellos para terminar con un Gobierno, estamos en paz, ninguno de los dos creyó en el otro: ni ellos en mí (no vieron sino un voto más), ni yo en ellos (un instrumento posible para desalojar un Gobierno). Terminado el contrato los caminos se separan. Dudo que algún día vuelva a votar, mi estimada Rosa tiene aún mucho que demostrar. Puede que el silencio sea tanto una manera de quedar bien, como el resumen del rencor que pueda tener, que en el fondo no es mucho. Punto final.

Así pues nos dirigimos sin remisión hacia un torbellino de incógnitas e incertidumbres, un negro vórtice lleno de enigmas que algunos necios creen entender, pero los buenos marinos saben que no hay que tentar la suerte. Cualquier cosa puede pasar… incluso lo peor.

Coda:

Hacia 1635 Rembrandt pintó uno de los mejores cuadros que se han hecho jamás: El Festín de Baltasar. En él se narra la historia del Rey Baltasar de Babilonia, quien en un banquete al brindar despreocupadamente por los dioses paganos abatió sobre él la ira divina. Una mano escribió sobre la pared unas palabras en hebreo que sólo pudieron ser descifradas por el profeta Daniel: “Mené, Teqel, Faras”, tu reino ha sido contado, pesado y vendido. Poco después los asirios arrasaron el reino de Babilonia y al propio Baltasar.

Y quien quiera entender que entienda.

Valencia, 14 de abril de 2008.

(Publica pirx AKA fermat)

martes, abril 08, 2008

Impredecible

Aquellos que el 19 de octubre de 1987, lunes, se dirigían a sus puestos de trabajo en los bancos y agencias de inversiones cercanos a Wall Street, muy temprano, como siempre, quizá se empaparían antes de comenzar su jornada de las últimas noticias que se cocían en el epicentro económico mundial, darían un repaso rápido al cierre de la bolsa de Tokio, comenzarían a llamar a sus clientes y agentes de bolsa, y tendrían todo listo para la apertura de la bolsa de Nueva York a las nueve en punto, iba a ser un día normal, nada parecía indicar que pasara algo especialmente importante, la semana anterior no había sido buena pero eran fluctuaciones normales del mercado: el ajetreo de todos los lunes. Tan sólo unas horas después Wall Street era un autentico infierno. La bolsa se desplomó al final del día un 22,6%, la mayor caída en la historia. Aquellos que fueron testigos de lo que pasó cuentan escenas que jamás olvidarán: ataques de pánico, gritos, brokers desesperados rompiendo teléfonos y monitores, tipos rezando a Dios frente a una pantalla de cotizaciones, altos ejecutivos de bancos de inversiones llorando como niños por los pasillos… Fue el súbito final de los Masters of the Universe, aquella clase de ávidos yuppies que con tanta ironía supo reflejar Tom Wolfe en su magistral La Hoguera de las Vanidades. Pero claro, no supuso el fin del mundo. Poco después de ese lunes de octubre, regimientos enteros de analistas financieros y economistas desgranaban con elocuencia y autoridad las causas de tan inesperado “crack” (o crash). Oyéndoles pereciera que no podía haber sucedido otra cosa, que lo que ocurrió el 19 de octubre era algo inevitable, un destino manifiesto que pudo haber pasado cualquier otro día, ahí estaban las pruebas: que si el déficit, que si la volatilidad, que si el repunte de los tipos… Pero nadie advirtió de lo que podía pasar, hasta que sucedió. Lo único cierto es que ese día la bolsa se desplomó, por una infinidad de causas que ni siquiera llegamos a imaginar, muchas de ellas completamente contingentes. Fue un suceso aleatorio.

¿Cuál es el valor de lo aleatorio, de lo impredecible? Es en los mercados un ingrediente esencial, por más que economistas y especialistas intenten enmascararlo con sesudos (e inútiles) análisis a posteriori y profecías autocumplidas, pero ¿y en la política? ¿Y en la vida? Es desde luego un elemento incómodo, difícil de manejar y de integrar en nuestras concepciones, por ello solemos arrinconarlo, despreciarlo o explicarlo con todo tipo de teorías y modelos una vez ha pasado.

Para Hegel y Marx, lo aleatorio no existe, la Historia sigue el camino imperturbable que señala esa dialéctica que marca el ritmo de los acontecimientos, y que termina resolviéndose en un final previsible e inamovible. La Historia como camino definido, predecible, y el signo de los tiempos como corriente que lo arrastra todo ha estado presente en el pensamiento político y social en los dos últimos siglos, va siendo hora de reivindicar justo lo contrario. Tolstoi escribió una de las mayores obras de la literatura de todos los tiempos, Guerra y Paz, para ilustrar ese fenómeno: nada de lo que decidiera Napoleón en Borodino iba a cambiar su destino, todos eran marionetas de una corriente histórica que los arrastraba, al emperador, al zar, y a los que combatieron en aquellas batallas. A los teóricos comunistas no les importaba morir en los campos de concentración o en el GULAG, sabían que nada de lo que hicieran los hombres cambiaría lo que el destino tenía previsto para la clase obrera. La idea de un futuro predecible, y de alguna manera esbozado en el presente, ha permeado el pensamiento político a derecha e izquierda. Pero es una imagen que no se ajusta a la realidad: la historia corre hacia el futuro, y el conocimiento hacia el pasado. Lo cual no quiere decir que los acontecimiento históricos no tengan sus causas, simplemente sucede que muchas de ellas ni si quiera somos capaces de entreverlas a priori (y a veces ni siquiera a posteriori). Surgen así las ideologías, un modelo preciso que proporciona una explicación de acuerdo a un esquema, logra embridar el pasado en una red conceptual, clasificarlo todo en categorías fijas y proporcionar predicciones de futuro que tranquilizan o auguran apocalipsis. El suceso extraño, aleatorio, contingente, y que acaba siendo determinante en muchos casos queda arrinconado, despreciado, o convenientemente “explicado”. Pensemos hasta qué punto nuestra visión de la historia y el futuro viene condicionado por las ideologías. El politólogo es el economista de la historia, el que describe las causas de los acontecimientos una vez han ocurrido. Existe una anécdota cierta, días antes de la caída del Muro de Berlín los analistas de la CIA no sabían nada; incluso la misma caída del Muro fue un suceso inesperado: una rueda de prensa confusa del Ministro Portavoz que dijo lo que no quería decir, y un coronel de la VOPO que abrió por su cuenta y riesgo la valla ante la avalancha de gente, luego todo se precipitó. Se me dirá que eso bien pudo ser fortuito, pero que el derrumbe de los regímenes comunistas era inevitable, pero ¿estamos seguros de ello? ¿Qué pasa con Cuba y Corea? ¿Cuánto hubo de inevitabilidad y cuanto de aleatoriedad en aquellos años? Si fue tan inevitable, ¿por qué nadie lo predijo? Repito, no afirmo que no existan causas, sino que muchas de ellas no las podemos prever. Todos sabíamos que el islamismo era una amenaza, pero ¿quién imaginó que las Torres Gemelas fueran derribadas causando miles de muertos, trastocando la política internacional?

Si el politólogo es el economista de la historia, el político es el chamarilero. Aquel se esfuerza por explicar lo sucedido de acuerdo a esquemas elaborados y hasta cierto punto complejos; éste lo intenta mediante el estereotipo, la analogía burda y el prejuicio. El político siempre actúa por simplificación, proporciona una respuesta fácil y barata, todo tiene encaje y nada queda al albur, tiene la capacidad de controlar cualquier acontecimiento y nada escapa a su comprensión, otra cosa es que se le haga caso. Todos pudimos comprobar lo que digo en aquellos previsibles debates de la última campaña electoral. Pero sucede que la realidad es compleja, y sobre todo tozuda, a menudo cambios políticos importantes dependen de acontecimientos cuyo impacto puede ser incierto, ¿qué hubiera sido de Zapatero sin no se hubiera producido el atentado del 11-M, o si lo ocurrido en aquellos días hubiese sido distinto? ¿Y qué hubiera pasado con los nacionalismos si la gestión de aquella transición hubiera sido otra? ¿Cuánto hubo de contingente, de inesperado, en todo ello?

Lo que no conocemos acaba siendo más importante que lo que sabemos, hay que aprender a vivir con aquello que no controlamos, ni imaginamos, ni sabemos cómo prever. Nuestras previsiones siempre se quedarán cojas, inermes ante el porvenir, a no ser que nos blindemos con una ideología inexpugnable… y siempre cobarde. Como si de un derivado financiero de alto riesgo, el valor de lo aleatorio puede arruinarnos o enriquecernos, hay una oscuridad que no lograremos desvelar por elaboradas que sean nuestras teorías, y la salvación o el infierno puede estar a la vuelta de la esquina, o no, puede que a la vuelta de la esquina no haya nada. Sucederán cosas en los próximos años, unas serán previsibles, otras jamás hubiéramos imaginado que sucederían, fruto de circunstancias que ni si quiera teníamos en cuenta, determinarán lo porvenir, y evidentemente señalarán a los responsables, aquellos que no se imaginaban que pudiera pasar lo que pasó cuando hicieron lo que hicieron, o los que tentaron la suerte, como idiotas o como necios, jactándose de que conocían lo que iba a ocurrir y asumieron riesgos innecesarios,

Me preguntaba en la entrada “La Máquina” si nuestra situación actual era inevitable. Mi pesimismo natural me jugaba una mala pasada. No, no ha sido inevitable, se puede explicar y ha habido también mala suerte, lo cual no irresponsabiliza a los culpables, claro.

NOTA: Status Civitatis ha cambiado de aspecto. Le hacía falta. Me he tomado la libertad de hacerlo yo, manteniendo un tono sobrio, espero que sea del gusto del lector. La cita inicial, encabezaba la primera entrada de este blog allá por el mes de septiembre de 2006, la realizó qrm, y me ha parecido la más apropiada.

(Publica pirx AKA fermat)

miércoles, abril 02, 2008

La Máquina

El poder se degrada, como cualquier cosa acaba siendo atacado por la herrumbre y la descomposición. Incluso sus mitologías más descarnadas acaban resolviéndose en algo banal y necio. Es entonces cuando el poder muestra su cara más temible. Despojado de sus oropeles, atascado y mohoso ese deus ex machina que hacía de él un espectáculo aterrador que sobrecogía a todos los espectadores, sólo queda de él una ciega y anodina maquinaria auto-reproductiva que no necesita de nada para funcionar. Es entonces cuando adquiere su auténtica esencia, en ese estado de grisura, apenas perceptible, que opera –casi sin molestar-, y que no osa hacerse visible salvo cuando alguien se atreve a entorpecer ingenuamente alguno de sus mudos engranajes, es entonces cruel y expeditivo, volviendo luego como si nada hubiera pasado a su sordo devenir. El poder termina siempre convertido en una férrea y aprovechada red clientelar.

Ese poder sordo, silencioso, casi imperceptible, se filtra en actitudes, opiniones, disposiciones, reglamentaciones… y termina siendo vivido como algo propio, siendo visto como si fuera el necesario despliegue de los acontecimientos, la verdadera naturaleza de las cosas. Protegido de la crítica y blindado contra todo juicio, su murmullo de engranaje bien engrasado acaba formando parte del paisaje, del murmullo diario de la vida. Circo de arreglos, prebendas y favores, es el paraíso del mediocre, del experto en maniobrabilidad social, del buscador de chollos, husmeadores de poderosos, y silenciosos apuñaladores. Terreno abonado donde florece lo políticamente correcto, o la adecuada incorrección, conforma parámetros de comportamientos, pautas de riguroso seguimiento, y asegura puestos y seguros canales de promoción. Sólo hay que la montarse en la noria, asegurarse que la máquina no cese de funcionar, todo el mundo tendrá así su parte de la tarta, pero sólo los más iniciados tendrán el mejor trozo.

Ese lento, pero eficaz, zumpa-zumpa de la máquina anula singularidades que puedan hacer que la noria se detenga. Consigue hacer de la consigna, del la frase repetida, del estereotipo, sabrosas píldoras de argumentación que pueden ser tragadas sin esfuerzo. Todo llega a resultar fácil, sencillo, manejable, todo tiene que ser simple, ese es el gran premio, el chollo, el dos por uno, el ofertón intelectual. Esa red clientelar asegura un cómodo puesto para el obediente, para el fiel repetidor, alguien que sin duda sabe suavizar las relaciones, hacer de ellas un dulce empalago hacia arriba y una irónica condescendencia hacia abajo; entroniza al indiferente y anodino eslabón de la cadena de favores. Impregna todo de un acre olor a moho funcionarial, plagado de imaginarios trienios, de peldaños de pretendida autoridad, de verdades incontrovertibles, imposibilidades manifiestas…; un “eso no se puede”, un “no hay que crispar”, un “no se puede ir por libre”, un “solo no eres nadie”… Proporciona una suave y cómoda pátina de aceptabilidad social, un prêt-à-porter barato y de colorines disponible en todas las tallas, que convierte todo en un indigesto melodrama adolescente, entretejido de estupideces, banalidades, soberbia imbécil y locuacidad de sms, y donde todo encuentra solución como en los manuales de autoayuda de obligada lectura.

Y es el momento en el que el leguaje se convierte en terreno donde desplegar las grandes palabras vacías, el lugar de la huera utopía, del necio argumentar sin estrías ni contenido, que no pone en cuestión el seguro maquinar del engranaje y moviliza, sin embargo, conciencias autosatisfechas, ebrias de banderas blancas ondeantes y miseria. Un juego de lenguaje que hay que aprender, descubrir sus meandros y circunvoluciones aceptadas, desde pequeño, para no verse señalado, ni desplazado, y ascender en la red. Es la máquina de infantilizar.

El poder ya no es lo que era. Hoy se ha convertido en eso. Es el surgimiento del hombre nuevo, sin guillotinas, ni GULAG, ni represión, ni violencias… tan sólo un dolce fare niente que se instala imparable. Hace algo más de cuatro años se cruzó el punto de no retorno, el horizonte de Schwazchild de este agujero negro absurdo. Hoy me pregunto si no era un destino inapelable.

Solución: echarse al monte y convertirse en un emboscado, un proscrito.

Tan sólo basta escuchar, tras el rumor idiota que rodea todo se puede escuchar el rítmico marchar de la máquina. Es dejar de cacarear y oírlo: zumpa-zumpa-zumpa….

(Publicado por pirx AKA fermat)