"La voluntad nacional es una de las palabras de las que los intrigantes de todos los tiempos y los déspotas de todas las épocas han abusado más. Unos han visto su expresión en los sufragios comprados por algunos agentes del poder; otros en los votos de una minoría interesada o temerosa, y los hay, incluso, que la han percibido plenamente formulada en el silencio de los pueblos y han deducido que del hecho de la obediencia nacía para ellos el derecho de mando"

A.Tocqueville, "La Democracia en América"

miércoles, noviembre 29, 2006

ESTABA EQUIVOCADO

Desde hace mucho tiempo me he preguntado si la movilización ciudadana, las manifestaciones y los gritos, la bulla y el jaleo son eficaces herramientas políticas. Desde luego, parece evidente que la izquierda filofascista que padecemos ha sacado mucho provecho a aquéllo de "tomar la calle". Su demagogia se apoya en un pilar fundamental, el representar al pueblo. Y cuando no lo representa -nunca lo hace-, al menos genera esa apariencia con la movilización. Y la apocada derecha siempre le ha seguido el juego, pues tradicionalmente ha creído que en efecto, la izquierda era el pueblo.

Sin embargo, hete aquí que de un tiempo a esta parte, la movilización ha cambiado de manos, y ahora es la "no izquierda" la que se manifiesta. ¿Vale para algo?

Por principio a mí todas estas muestras de pasión me parecen sospechosas, y a veces contraproducentes. Puede que la sospecha provenga de la costumbre, y es que son muchos años de soportar manifestaciones fraudulentas, en las que las izquierdas manipulaban, retorcían y falseaban la realidad para engañar a la gente y conseguir sus intereses espurios y ocultos. La última vez que lo hicieron fue cuando el Prestige y el "no a la guerra", quizá su momento más glorioso. Por eso cualquier manifestante tiende a parecerme sospechoso.
En cuanto a que suelen ser contraproducentes, sólo quiero resaltar dos hechos: la vergüenza que me produjo ver a los españoles salir a berrear tras el 11-m, encabezados por el Príncipe de Asturias, para decirle al enemigo lo bien que había hecho su trabajo: "!No está lloviendo/Madrid está llorando¡" Hay que ser imbéciles. Está fue la apoteosis del "no a la guerra", y pieza fundamental del golpe de estado. Y vale también como ejemplo de por qué son dignas de sospecha estas concentraciones: la manipulación se hace mucho más fácilmente.
También me parecen contraproducentes porque necesitan de un complemento de medios de comunicación que están en manos del enemigo. Por ello, cuando los no fachirrojos salen a la calle, los polancos y adláteres dicen que fueron cuatro gatos, aunque hayan sido cientos de miles, y sacan a algún despistado que haya salido con la bandera con el águila de San Juan, y así parece que eran pocos y fachas.

Sin embargo, y a pesar de todos los anteriores argumentos, que no dejan de ser válidos, tengo que reconocer que ahora creo que sí que son útiles. Estaba equivocado.

La reacción histérica, derrotista y miope de ZP con el vídeo estúpido ese en que intenta justificar su bajada de pantalones en que Aznar también se los bajó, me ha acabado de convencer. (Sin entrar en ello, hay que ser imbécil para a un tiempo reconocer que se está cediendo ante ETA y vendernos que Aznar, el de las Azores, el durísimo intransigente halcón que ama la guerra y con quien no se puede ni hablar de lo inflexible que es, cedió más. Lo primero todos lo han corroborado ahora, y lo segundo nadie se lo cree. Basta preguntarle a un etarra si prefiere a ZP o a Aznar en la Moncloa).
Y me ha convencido -"del enemigo, el consejo"- el que el estado de ánimo nacional, la opinión pública, ha cambiado gracias a las movilizaciones, que tienen dos virtudes que acabo de descubrir:

- Incrementan la moral combativa, de la que tan necesitados estábamos. De hecho es lo único que nos faltaba. Ahora los enemigos de la rendición no se sienten solos, no están acobardados, no sienten la presión del grupo sino su aliento. Y eso influye muchísimo en un pueblo gregario, comodón y cobarde como el nuestro. Recordad la guerra de Irak.

-Y sobre todo, reflejan el espíritu nacional. La nación se reconoce cuando lucha por su libertad contra el enemigo común. Tanto las manifestaciones últimas, contra la rendición ante la Eta y por las víctimas, como las primeras de Ermua, cuando ocurrió aquella tragedia del asesinato vil y cobarde de Miguel Ángel Blanco, sirven de catalizadores de la solidaridad nacional. Todos estamos unidos por un hilo invisible de solidaridad que nos liga a los compatriotas y nos compromete a todos, y sentirse integrante de esa cadena genera una fuerza difícil de exagerar.

Ya pueden manipular la verdad, engañar a los suyos o ignorar la realidad. La nación existe, y se resiste a dejar de existir. Y esta rebelión de la nación frente al Estado, que empieza en la calle y acabará en la Ley, siempre ha traído cambios positivos en España, al menos desde 1812.

2 comentarios:

fermat dijo...

Muchos lo estábamos, QRM, no eres el único. Yo también he recelado toda mi vida de las manifestaciones multitudinarias, siempre manipuladas y manipuables, siempre al servicio de un partido político, y sí, demasiado sentimentales, titulares con los que fustigar al contario y abrir un telediario, cuando no aquelarres de violencia y sectarismo. En las manifestaciones del 12-M estaba prefigurado todo lo que pasaría horas después, sólo faltó activarlo todo a golpe de sms. Pero te voy a decir una cosa: de haber vivido en Madrid, habría asistido a la manifestación, no tengo ninguna duda, y la razón es clara: no era la gente la que se manifestaba reclamando determinadas cuestiones, más o menos dirigidas por los partidos políticos, era la Nación, o aquella parte de la misma que todavía se considera como tal, y no se reivindicaba nada, era la Nación quien afirmaba su soberanía. Es lo aque sucede cuando una Nación es atacada o se pone en duda su existencia, se defiende, acudiendo al poder que tiene, su soberanía. Reclamar que el Estado no se rinda ante ETA es no resignarse a desaparecer como Nación, defender las libertades políticas que la existencia de la Nación consagra. No es partidismo, pero sí es política. Si el PP se sube al carro, bien, en caso contrario la Nación, los ciudadanos, les pasarán por encima, porque los ciudadanos, haciendo referencia a mi anterior entrada, sí asumen responsabilidades, de otra forma desaparecen como tales.
El gobierno socialista tiene pánico, a penas lo oculta ya, a que esto ocurra. No teme al PP, teme a la movilización ciudadana, contra eso no puede hacer nada.
Lo del domingo pasado no era demanda de revindicaciones, era afirmación de soberanía, rebelión ciudadana. Y en ello estamos.
Un saludo.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Sirven para sondear cuántos estamos hasta los compañones. Y, en efecto, lo del vídeo (una chorrada incongruente) muestra que acusan el golpe.